UN REAL RECONOCIMIENTO DEL PUEBLO AFRODESCENDIENTE
Violeta Arango
La Ley 70 de 1993 es un reconocimiento histórico a los afrodescendientes en Colombia, plantea su existencia como pueblo y sus derechos, partiendo de la afirmación de la diferencia y la interculturalidad.
Esta es una de las leyes más emblemáticas del país, “desarrolla el artículo transitorio 55 de la Constitución Política” de 1991. Habla de la necesidad que el Estado colombiano reconozca los asentamientos de las comunidades negras y lleve a cabo los trámites que permitan la titulación colectiva de sus territorios, bajo la figura de Consejos Comunitarios con una autonomía parcial que les permite administrar, regular y normativizar los territorios, bajo su propia organización social y jurídica, estableciendo sus autoridades comunales.
Hermandad en medio de la desventura
Los Consejos Comunitarios a lo largo del país en su gran mayoría sobreviven en condiciones de pobreza absoluta, con altísimos niveles de desnutrición y múltiples vulnerabilidades. La titulación colectiva que ofreció la Ley 70 resarció una vulneración histórica de los pueblos negros al titular sus territorios, pero la realidad violenta que sigue operando los despoja a cada día, e impide que los pueblos tengan condiciones dignas para el desarrollo de sus planes de vida, por lo que terminan desplazándose de sus tierras y cediendo sus derechos a terceros.
La ciudad de Cali, en el Pacífico colombiano, es receptora del desplazamiento masivo que ha sufrido el país, especialmente las comunidades negras de esta región, aunque también llegan masivamente a Medellín y Bogotá, desplazamientos generados por la guerra y por la búsqueda de mejores condiciones económicas de vida. Estos desplazamientos masivos han quebrado las tradiciones afros, reconfigurando la estructura familiar y de autoridad existente en los territorios.
En el caso colombiano, el fenómeno de la migración de los campos a las ciudades ha tenido consecuencias en la reconfiguración en todos los aspectos de la nación, sobre todo porque muchos de estos desplazamientos han sido producto de la guerra que vive el país. La mayoría de estas personas viven en los barrios marginales y no tienen acceso a la vivienda digna, educación o servicios de salud; las redes familiares que se entretejen siguen siendo fundamentales para estos pueblos, pues los pueblos afro se entienden como familias extensas, donde haber nacido en el mismo poblado es sinónimo de hermandad, que a pesar de la pobreza permite una alta solidaridad.
Mujeres negras las más victimizadas
Ya existen, con base en la Ley 70, otras normatividades que intentan recuperar las culturas tradicionales y ancestrales de los pueblos afros, sin embargo, la discriminación es muy alta, por lo que sus lenguas raizales prácticamente no existen, así como se han ido perdiendo muchas de sus tradiciones mágicas y saberes ancestrales. Sin embargo, en ciudades como Cali cuya población es mayoritariamente afro, se viene dando un fenómeno de retoma de la cultura afro y de búsqueda por enaltecer al pueblo negro.
Para el caso de las mujeres negras, siguen siendo victimizadas con crudeza, sufriendo violencia sexual, vivenciaron los asesinatos y desapariciones masivas de sus esposos e hijos varones, tácticas de violencia que se aplicaron con el objetivo de desvertebrar las familias y marcar a las mujeres para que sus pueblos las consideraran indignas. La guerra ha atacado con crudeza el tejido social y ha generado discordias entre comunidades negras y con otras comunidades étnicas, donde las mujeres se convirtieron en pieza clave para contribuir a esa ruptura del tejido, esto sobre todo en la década del 2000.
Narrativas contra los de abajo
En nuestro país, existe un manejo del concepto de interseccionalidad, donde las virtudes de los pueblos ancestrales son miradas como un lastre, la interculturalidad como una falta de desarrollo y civilización, así como se entiende que la única manera de atacar este fenómeno es el mismo método colonizador de hace 500 años, destruir a las comunidades con violencia y despojarlas de su territorio.
En tal sentido, esta lectura de la interseccionalidad es útil para seguir detallando la opresión de los pueblos y su marginalidad, la desgracia de las mujeres en un país con un patriarcado con bases muy cimentadas en la mente de las personas, así como el racismo que continúa operando. Los pueblos negros, las mujeres negras, son hoy en día discriminadas en Colombia y siguen siendo marginadas, sin que los sistemas jurídicos, políticos o culturales puedan hacer algo para cambiar esta realidad.
Es imperativo buscar que la interseccionalidad no se quede en solo analizar las múltiples causas de opresión que sufre una persona negra en Colombia, sino más bien, que ese enfoque ayude a potenciar respuestas y soluciones que permitan el desarrollo de los planes de vida, en donde las mujeres negras puedan tener un lugar protagónico sin que sean excluidas por sus mismos pueblos.
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Referencias:
*- Jelin, E. (2010) Pan y Afectos. La transformación de las familias. Fondo de Cultura Económica. Argentina.
*- Curiel, Ochy (2007) Crítica poscolonial desde las prácticas políticas del feminismo antirracista. Nómadas (Col), núm. 26, 2007, pp. 92-101. Universidad Central Bogotá, Colombia.
*- Viveros Vigoya, Mara La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia.