LOS MEDIOS ALTERNATIVOS SE ENCUENTRAN

LOS MEDIOS ALTERNATIVOS SE ENCUENTRAN

Darío Pachakuti

El Comité Nacional de la Participación (CNP) convocó a los medios alternativos, populares y comunitarios, a un encuentro el 6 y 7 de agosto, en el participaron más de 150 representantes; esto es clave para que el diseño de la participación nos conduzca al Gran Acuerdo Nacional.

Era mediados del año 2023 y los vientos que cruzaban diametralmente Colombia traían el eco de la palabra «cambio». Parecía que el volcán Cumanday, llamado Nevado del Ruiz por los conquistadores, confirmaba esas promesas al hacer erupción a fines de julio. Su estallido fue como un presagio para los colombianos, el anuncio de que se avecinaban tiempos diferentes.

Tan sólo unos días después, el tres de agosto, otro «volcán» entraba en erupción en Bogotá, la instalación del Comité Nacional de la Participación (CNP). Su establecimiento marcó un paso significativo en los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). El comandante guerrillero Pablo Beltrán, jefe de la delegación insurgente, un hombre tan imperturbable como los ancestrales volcanes de los Andes, celebraba este logro reiterando incansablemente: «Lo pactado en la mesa se cumple». Con la serena convicción de las grandes montañas, el portavoz de la organización rebelde honraría cada acuerdo alcanzado con el gobierno de Gustavo Petro.

Despues, se inauguró esta fase de diseño del Plan Nacional de Participación con un primer encuentro nacional los días 6 y 7 de octubre. Allí confluyeron alrededor de 200 representantes de medios alternativos y comunitarios de todo el país, junto a 20 delegados encabezados por el Comité Nacional de Participación. Se dio inicio a una nueva etapa del proceso de paz, que avanza con firmeza hacia el Gran Acuerdo Nacional. Representantes de la otra comunicación -necesaria- llegaron de todos los rincones del país a la fría Bogotá, cargados de experiencias, ideas y propuestas para transformar Colombia. En aquel recinto donde se realizaría el encuentro, el gélido aire matinal recibía a una marea de participantes deseosos de aportar a la construcción de una sociedad más justa.

Aquella cobertura fugaz no logró eclipsar el visionario rol de los comunicadores populares presentes ese día. Allí estaban ellos, venidos de los rincones más apartados, con sus vivencias, anhelos y convicciones puestas en el trabajo por nuestro amado país.

La voz potente de Consuelo Tapias retumbó en los micrófonos. Acompañada por el comandante Aureliano Carbonell y los delegados Mauricio Iguarán y Fabián Sepúlveda, esta representante del ELN proclamaba que la comunicación debía abrir caminos a la paz. A su vez denunciaba que los grandes medios parecían obstinados en seguir atizando las llamas de la guerra. Este reclamo definía el espíritu del encuentro: la comunicación ya no podía ser usada para propagar el conflicto. En las mesas temáticas se reconoció la necesidad de una pedagogía transformadora, que le diera a la comunicación un nuevo sentido liberador dentro del proceso del CNP. Hay que librar una batalla narrativa.

Todos los presentes, delegados y delegadas de medios populares, tenían clara su misión. Alzarían la voz para reorientar a los medios en esta nueva etapa, ponerlos al servicio de la paz. Ahora es el momento de forjar entre todos un nuevo relato que encause a Colombia por la senda de la transformación estructural. Con sus testimonios y propuestas ayudaran a diseñar la participación protagónica para superar décadas de violencia.

El ascensor trabajaba sin descanso conectando las mesas de debate en aquel concurrido recinto. A medida que los intercambios se intensificaban, el lugar hervía en un clima de creciente efervescencia. De las mesas brotaba incesante un torrente de ideas, como columnas de humo de aquel volcán imponente de la cordillera central. En una, se analizaba el panorama de dominio y manipulación de los medios en el país. En otra, se esbozaba una propuesta pedagógica para construir la paz. Y en las demás, se remarcaba la imperiosa necesidad de deconstruir el sentido de la vida impuesto por el establecimiento. El entusiasmo era palpable entre los comunicadores.

A medida que avanzaba la jornada, en las discusiones se hizo evidente que el anhelado acuerdo nacional solo se lograría con la participación de todos los actores sociales. Campesinos, estudiantes, académicos, religiosos, defensores de derechos, mujeres víctimas, presos y gremios económicos tendrían que aportar sus voces a esta causa. El sendero estaba marcado, con una fase crucial hasta febrero de 2024. Y en el horizonte ya se perfilaba la meta del Plan Nacional de Participación para mayo de 2025. Cada asistente del encuentro parecía comprender la trascendencia del desafío que enfrentaban. Pero también intuían la fuerza indetenible que nacería de la unión de sus voluntades. Juntos podrán labrar un futuro de paz y justicia para Colombia.

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