LA VIOLINISTA EN EL SEMÁFORO

Karina Pacheco
En la jungla de cemento abunda el talento artístico tanto como el hambre, en respuesta ante la falta de empleo y de oportunidades, por esto, Los Nadie hacen gala de sus dones, para lograr subsistir en un sistema hecho para favorecer a una minoría privilegiada.
En la jungla de cemento pulula la pobreza y el hambre, además hay pocas oportunidades para que Los Nadie logren conseguir su sustento diario, por esto, cualquier espacio de la jungla se convierte en una posibilidad para abrirse paso en un ambiente hostil donde la pobreza se volvió paisaje, y el sistema se sostiene de su explotación.
Los semáforos de la gran ciudad se han vuelto escenarios, donde encontramos diferentes artistas empíricos y otros con formación, pero que jamás han tenido la posibilidad de hacer brillar su arte. En uno de tantos semáforos y entre tantas personas, destacaba una joven vestida de mariachi, que con un gran sombrero y violín en mano, deleitaba a los conductores que esperan el paso que concede el semáforo, al igual que varios transeúntes que hacen una pausa para escucharla y deleitarse con su voz.
Carolina es una joven que en medio de la humildad con la que creció y que la limitó de muchas cosas, dentro de estas estudiar más allá del bachillerato, tuvo la oportunidad de aprender a tocar violín en la Casa de la cultura de una localidad vecina, aunque nunca tuvo un violín propio, porque siempre le prestaban uno. Con mucho esfuerzo y durante un tiempo juntó monedas de las propinas de un bar donde trabajaba, hasta que logró comprar un violín usado en una vieja prendería, con el que empezó a salir al centro a tocar y a cantar, y en otras ocasiones se instala en los semáforos con mayor fluctuación de público, que le dejan mejores ingresos.
Carolina es una gran artista, que embelesa con su voz y su instrumento, arte en que combina sus actuaciones callejeras con el trabajo en un bar, y aunque solo logra conseguir lo básico para ella y su familia, no pierde sus sueños de estudiar música en la Nacho, -“pero si estudio mi familia no come”-, entonces continua combatiendo el hambre día a día, donde en vez de espada hace sonar las cuerdas de su violín.