LA POLÍTICA EN EL 2024: EN MENOS TIEMPO, MÁS DE LO MISMO
Claudia Isabel Ardila
Registrar lo ocurrido en la vida política de la mayoría nacional en 2024, exige revisar el avance en la solución de los problemas que sufre desde siempre y lo que ha aportado a resolverlos el programa de cambio del actual Gobierno.
Para un recuento de lo que Colombia vivió en materia política durante 2024, lo primero que habría que hacer es delimitar qué realmente nuevo e importante ha pasado para la Vida Política Colectiva, examinando las perspectivas que afectan a las grandes mayorías, a los sectores populares que más sufren la política real, en el sentido de los impactos diarios o constantes en la Vida en Común. Para ver hasta qué punto existe una tendencia de superación de los más graves problemas que arrastramos históricamente, como la desigualdad extrema y el expolio, por los que se ven negados los derechos del pueblo colombiano y que explican por qué estamos en conflicto, no sólo social y económico, sino armado.
Por las diferentes manipulaciones operadas por beneficiarios del poder, en lugar de ese ejercicio racional y ponderado, un balance político como se lee en la gran prensa, recae una y otra vez en las distracciones, en cuestiones secundarias, casi de farándula o sobre las destrezas y noticias para desviar la atención, como fue este 2024 la propuesta globo de Petro, ya desinflada, del Acuerdo Nacional, o de una Asamblea Constituyente.
No se ha producido entonces una evaluación sobre las razones del paulatino hundimiento del principal objetivo de la administración Petro: el programa de cambio que recogía parte del clamor por el cual fue elegido en junio de 2022, o sea frente a la Deuda Social contraída con las masas marginadas, quienes explotaron con su indignación y movilización en las manifestaciones de 2019 y 2021, víctimas de todos los abandonos y desmanes posibles que también la pandemia puso en evidencia.
Ebrios y al desnudo
La agenda impulsada por el Pacto Histórico, en ese sentido positiva como aspiración reformista, no profunda ni revolucionaria según explicó el propio Petro, sino de aspectos meramente básicos y progresivos en el mismo modelo neoliberal, como lo anunció en materia del sistema de salud, laboral y pensional, ha tenido un itinerario accidentado. El desenlace no es únicamente culpa del Ejecutivo, sino que implica al viejo Establecimiento. Como manejando un automóvil: existen los riesgos generados por quienes vienen en contravía, desde siempre ebrios por su vocación reaccionaria. O sea, los sectores oligárquicos, las mafias y las redes dominantes transnacionales que se oponen a cualquier cambio serio. Pero, peor aún es y será el recorrido, si quien va conduciendo el carro apenas está aprendiendo y cree que sabe mucho. Ahí no hay buen pronóstico. Es exactamente lo que ha pasado.
Desde el comienzo y ante lo escaso del turno de una administración presidencial, que se reduce a los dos años iniciales, pues los dos restantes son ya ‘con el sol a la espalda’, buscando blindajes o provecho para una etapa posterior, se esperaba que tras la ambigüedad del 2023 con el coqueteo que hizo a las élites, esa agenda fuera ahora realmente peleada frente a éstas, poniéndolas en evidencia, retándolas, y que en consecuencia este 2024 Petro definiera bien de su parte, dónde podrían estar potenciales alianzas históricas alternativas, o sea con el pueblo, sin desgastarse en otros temas.
El conductor ha fallado. Nos resistíamos a creer lo que parecía ser una verdad a mil voces: que desde que llegó a la Casa de Nariño este gobierno se subió embriagado de fantasías a la maquinaria burocrática, repitiendo viejos vicios de la política, entre confusiones de su papel, en parte con euforia y reminiscencias del M-19, sin sentido ya, generando dispersiones y múltiples caras, en lugar de asumir un rol mayor de estadista, de gobernante con una responsabilidad histórica. Los resultados los dejan al desnudo.
Tenemos de un lado las zancadillas de Petro mismo a su gestión e imagen, como los nombramientos de amiguetes o de seguidores cuestionados públicamente, de gente sin experiencia o capacidad; o por su estilo disruptivo y soberbio; o el galimatías de un gabinete descoordinado, fruto de cambalaches sin poder recomponer ahí alianzas eficaces, reflejos de una coalición que le fue útil en 2022 entre progresistas y los que nunca lo han sido, que se diluye hoy sin tener orientación; como una orquesta sin director, o que pretende armonizar el conjunto a punta de trinos, sin dar ejemplo. Uno de los indicadores es la falta de ejecución o el bajo desempeño presupuestal en áreas cruciales, lo que se traduce en debilidad inducida de las políticas comprometidas, sin resultados concretos pese a pomposas y recias declaraciones, como se comprueba en el ministerio de la Igualdad, a cargo de la vicepresidenta Francia Márquez, una decepción palpable, como en Educación, Justicia y otras carteras vitales.
Polarizar, para sí
La estrategia preferida de este gobierno es la del victimismo, que ha sabido generar a su favor, mostrándose como objetivo de un Lawfare o guerra jurídica conspirativa contra él, alegando ser blanco de un golpe de Estado, para ponerse en el centro del debate y fustigar apoyos llamando al pueblo a que salga a la calle y lo respalde, o instigando rivalidades innecesariamente, basado en un discurso oscilante y en decisiones erróneas, que lo afectan como jefe de Estado y a su proyecto de gobierno, reduciendo su capital político al logro del nombramiento que apenas lo favorecen en la Corte Constitucional, en la Procuraduría o en la Defensoría.
Esto ha llevado a confeccionar un conjunto de tensiones no sobre los intereses en pro o en contra de las políticas reformistas, para que al menos constara hasta dónde dan los resortes del sistema establecido, sino de determinación de amigos o enemigos variables, polarizando para sí, no para deslindes estructurales, haciendo hábilmente que críticas por casos de remiendos, como el naufragio de las propuestas de las reformas educativa, política y tributaria; así como la ineptitud y corrupción muy graves, como el de la Unidad de Gestión de Riesgos, incluso de cercanos, tanto de parientes relacionados con comisiones e influencias indebidas, como de asesores; o improvisaciones y equivocaciones los vea como ataques personales o desafíos a las mayorías, como si Petro realmente las representara, cuando claramente cada día es más nítida su separación con unas iniciativas de cambio estructural, rompiendo puentes de diálogo necesarios para presionar a los sectores tradicionales que han detentado el poder.
Rupturas o remozamiento
Debemos volver un momento sobre una distinción esencial que nosotros en el ELN hemos señalado al analizar este gobierno, que es preciso diferenciar la gestión o el tinte de un gobierno, de lo que son las características o reglas duras del Régimen, del sistema de poder, las cuales no cambian de cualquier manera sino enfrentando a ellas una lógica distinta, de contrapoder. Ahora bien: todos sabíamos que Petro gestionaría dentro de unos límites estructurales, pero se esperaba que al menos lo hiciera con transparencia y con una mínima coherencia.
Por eso llevamos 28 meses buscando en qué ha enfrentado Petro a ese modelo histórico que es el de la corrupción, el saqueo, la exclusión, la ausencia de soberanía nacional, el uso de los recursos públicos para finalidades privadas de acumulación de riqueza y más dominio sobre la vida ya maltrecha de las clases populares.
Petro, quien se proclamó como un líder de rupturas por su origen político dadas sus viejas lides, tiene ahora el afán de sostenerse, y a ese paso el 2024 no fue más que un eslabón para el 2025 y así poder llegar al 2026. La cuestión está en que se supone nos hallábamos ante algo distinto. Se conjeturaba y aguardaba que el presente gobierno crearía las condiciones políticas para ser una oposición al Régimen, pues ‘no se puede andar en la procesión y repicando al tiempo’; no de otra manera se puede llevar a cabo una reforma social, económica, política, para llegar a ser una Potencia mundial de la vida, sino enfrentando al poder corrupto, y no remedándolo. Petro sabe lo que es él y el régimen dominante, lo dijo el 14 de diciembre en la condecoración a ex-Magistrados de la Corte Suprema:
“Hay una Constitución, que habla de un Estado de Derecho, que busca la Justicia Social, la libertad, la igualdad, y una realidad que es una gobernanza paramilitar que mata decenas de miles de personas desde el poder y desde el Estado… ¡Una contradicción total!, que llevaría a la desesperanza de cualquier pueblo si no hubiera las opciones de prender las luces de la esperanza. Quizás yo sea eso, una esperanza, por mí votaron por eso”.
El gobierno maneja y alimenta dicha gobernanza. Decidir ‘dividir para triunfar’, como lo ha hecho con su Paz Total, apostándole a la fragmentación del ELN, a la perfidia, sustrayendo un frente guerrillero a base de operaciones de inteligencia y paramilitarización como en Nariño; política pública que enseñorea en la práctica a clanes mafiosos y mercenarios que avanzan en combinaciones territoriales con las Fuerzas Armadas estatales; reciclando todo ello en una tenaza contrainsurgente que busca en lo inmediato liberar y abrir paso a grandes capitales.
Si hay esperanza
Aun así, todavía hay quienes piensan que podría rectificarse, dando un nuevo rumbo que haga sólida la coalición de gobierno, lo cual exigiría que en el volante de varios procesos convergentes estuviese un arco de sujetos populares sin máculas de corrupción, de un gran bloque que no tenga en miras principalmente salir airoso de las ruindades de un sistema y de una rutina de elecciones -para lo que se preparan algunas huestes hacia 2026-, sino una ambición genuina de patria, de transformaciones elementales de justicia social y de paz con soberanía, capaz de oponerse con fuerzas y garantías al paso del fascismo y la hecatombe, en un país hoy más desecho que hace dos años y medio.
A la búsqueda del tiempo perdido, es una novela de hace un siglo del francés Marcel Proust. Desde otros costados, en el campo y en los barrios populares, no en los salones del poder real o figurado desde arriba, nos quedamos no pasivos sino reconstruyendo primero el tejido de sujetos históricos desde abajo, aprendiendo que no nos corresponde endosar ni remendar el tiempo perdido por otros.