PARA CONSTRUIR LA PAZ, HAY QUE COMPRENDER LA GUERRA

Blanca Moncaleano
¿Por qué existe a nivel mundial una cultura bélica y cómo podemos transformarla? Siendo que la guerra no la hacen los animales y solo la desarrollan los humanos, es una construcción social histórica que se ha enquistado en la filosofía humana.
La filosofía de la guerra constituye a la humanidad, existen manifiestos de la necesidad de hacer la guerra en el pensamiento humano a lo largo de la historia. Por tanto, la guerra ha sido una constante de la vida y su desarrollo se ha tecnificado notablemente, siendo uno de los campos con mayores desarrollos científicos de toda índole [*].
Desde tiempos muy antiguos, se aduce que existen causas justas por las que se entra en guerra, estas las determina una autoridad social legítima, es decir no cualquiera inicia un enfrentamiento y una pelea no acaba en guerra así haya armas de por medio; para comenzar una guerra, la autoridad debe declarar cuáles son las causas que considera justas y movilizan a su pueblo, por ejemplo que su orden social y jurídico debe expandirse o ha sido irrumpido, viendo la necesidad de confrontar militarmente a otros.
¿Quién es la autoridad legítima? Aquel que tiene para un pueblo poder económico, político y cultural, ejercido con disuasión y coacción para cohesionar un cuerpo social, donde se destaca el pensamiento religioso; luego del desarrollo de la guerra siempre la autoridad legítima es quien triunfa y termina por imponerse.
Ahora bien, la cultura de la guerra está muy enquistada en el pensamiento religioso, un fanatismo sin límites justificado a toda costa: nadie más puede tener la razón o la verdad. La necesidad de defender o difundir en lo que se cree, proteger los mensajes divinos es un mandato justo por el cual se han movilizado miles de guerras en el mundo.
¿En la actualidad cómo entendemos ese sentido religioso?
Occidente, en cabeza de la OTAN ha creado una doctrina de Guerra Justa basada en este pensamiento místico – religioso a pesar de su laicismo, ha invadido países enteros con el argumento de imponer la democracia como único y verdadero modelo político, al igual que siglos atrás Europa conquistó a América en una cruzada catequista y civilizatoria.
Occidente no abandona el fanatismo religioso, hoy con la consigna de la democracia, la razón y la libertad; sin que la neutralidad exista, sigue desarrollando guerras justas, creando leyes supremacistas que se acomodan a la situación del conflicto bélico para enjuiciar al contendor, siendo el imperialismo el factor guerrerista que ha llevado al último siglo a vivir en guerra, por el concepto del mundo unipolar.
En un mundo donde las naciones se relacionan a través del comercio, el imperio es la conformación de un bloque de naciones, sin que en dicho bloque las relaciones sean simétricas, se configuran unas naciones muy poderosas y otras que hacen parte del bloque totalmente subyugadas, las primeros necesitan a las segundas para obtener un lucro permanente. Su continuidad se asegura con el colonialismo: desde adentro de las naciones subyugadas se ejerce el poder imperial.
El imperio actual es EEUU, que busca eliminar cualquier tipo de autonomía en el mundo y establecer su ideario democrático y por la libertad del individuo, incubando una cultura supremacista sustentada en el nazismo. Aunque Hitler perdió la guerra, su pensamiento quedó instaurado en la cultura imperialista, en el momento en el que se fundó el posmodernismo.
El individualismo posmoderno genera una cultura aparentemente pacifista, individuos que no lucharían más que por sí mismos, sin movilizarse por ninguna causa superior. Sin embargo, el concepto de terrorismo y del enemigo público, generó en ese individualismo la promoción de guerras de orden colonial, estas son guerras que otros libran por proteger la seguridad y confort de estos individuos sacralizados.
Guerras en lugares lejanos de esos individuos que generan la tecnología armamentista, pero nunca ven lo que esas armas producen en otros seres. Libradas con base en el neoliberalismo, que reconfiguró el nacionalismo para vigorizar al imperio unipolar, una política económica que refuerza las oligarquías locales y las pone al servicio del imperio.
Continúan los Estados títeres que otorgan millones de ganancias al imperialista, además de disponer los combatientes y escenarios de sus guerras. Lo que no sería posible sin la participación de organismos multilaterales que controlan a las sociedades colonizadas con la doctrina de los derechos humanos, sin decir que estos son los derechos de ese individuo sacralizado que el colonizado nunca será.
Para superar la guerra, la humanidad debe superar el imperialismo unipolar en el que vivimos actualmente. Sí las relaciones entre las naciones y los pueblos siguen basadas en el colonialismo, siempre existirán guerras por la liberación y la soberanía popular, por ello respetar la autonomía de ser y vivir de cada pueblo es el principio de construir una cultura de paz.
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[*] Hude, Henri. Una filosofía de la guerra. Madrid: Rialp, 2024.