8M: LUCHO POR LAS QUE EL MIEDO NO LES PERMITE HABLAR

Alexandra
Nací en la ciudad de Bucaramanga. Hija de padres guerrilleros que entregaron su vida cumpliendo a la consigna de Ni Un Paso Atrás Liberación o Muerte (Nupalom).
Recuerdo que aún era muy niña cuando escuche por primera vez hablar a papá de la lucha de resistencia armada, cuando me regaló mi primer librito, con el que conocí las luchas de los pueblos originarios contra el imperio, de ahí en adelante, vive mi espíritu fuerte por defender la historia que otros han tratado que desaparezca.
Asumí integrarme al ELN desde un compromiso consciente, con un grado de pensamiento crítico y siendo ya mayor de edad. Motivada por la valentía y carácter de mi madre, la sensibilidad y el sufrimiento que en su época vivió mi abuela paterna, y lo consecuente que ha sido con la causa revolucionaria, la capacidad y fortaleza que tuvo ante las dificultades la Comandante Paula, por ellas y otras compañeras que ya no están físicamente y las que aún siguen transformando nuestra historia con amor y valentía; pero, en especial por aquellas que han sido víctimas de feminicidio de este sistema patriarcal y capitalista y por las que el miedo no les ha permitido hablar.
Mi experiencia al lado de las comunidades empieza, cuando me trasladan a los Frentes guerrilleros e inicio el contacto con la población, la mayor parte de mi vida guerrillera siempre ha estado al lado de comunidades campesinas y comunidades étnicas, donde hemos tenido relaciones de respeto mutuo sobre todo a su autonomía, liderazgo y cultura.
Para mí la mejor parte de convivir con las comunidades es poder ver como ellas se organizan, conviven y trabajan en equipo, aún en medio del abandono del Estado; y esa sinergia la compone el amor a la tierra, a sus creencias y la voluntad de en medio de las circunstancias en las que vive nuestro pueblo, no renuncian a seguir luchando contra el sistema por hacer de sus comunidades un espacio de vida mucho mejor.
Es de admirar la cantidad de mujeres líderes que llevan sobre sus hombros la responsabilidad de sus comunidades y son ellas las primeras cuando se trata de defender lo que se les ha robado; convivir con las comunidades es un camino de aprendizaje, donde ellos aprenden de nosotros y nosotros de ellos. Esas experiencias que algunas recuerdo con mucha tristeza, son las que me motivan y reafirman mi compromiso con la lucha armada y el pueblo.
Ingresar al ELN como un sujeto político y militar marcó un antes y un después en mi vida, como madre y como mujer. Mirarme hoy es abrazarme con mi niña de la infancia y reconocer que he cambiado y que hay que seguir mejorando como ser humano. Que soy mía y que estoy donde quiero estar. Pero la enseñanza que más valoro es que el ELN me enseñó que somos pero con otros y que ese conjunto de cosas que hace que nos sintamos vivos, se experimenta cuando se vive con los demás.