LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO DE LAS LABORES DEL CUIDADO
Violeta Arango
La familia como institución de reproducción de la fuerza de trabajo, donde el que desarrollan las mujeres, principalmente el de cuidado, es invisibilizado y considerado natural por sus supuestas capacidades innatas.
La invisibilización del trabajo de cuidado genera que sea gratuito para el sistema capitalista, pese a que es fundamental para la formación y reproducción de la fuerza de trabajo. Tales labores de cuidado también son esenciales para la producción y reproducción de grupos sociales existentes, como los de niñas y niños, personas de la tercera edad o con discapacidad, que demandan atención y cuidado permanente.
Dar soluciones sociales a problemas sociales
Las luchas feministas han visibilizado la labor que hacen las mujeres al cuidar, exigiendo que sean reconocidas económicamente, social y políticamente. Este planteamiento exigiría cambiar el modelo familiar actual, pues problematiza la naturalidad de las funciones y roles que en él se inscriben. Seguramente para muchas mujeres recibir un salario por cuidar sus hijos sea inmoral, mientras que para muchas sea una necesidad material para el bienestar propio y el de sus hijos.
Actualmente, el reconocimiento de las labores de cuidado avanza lentamente, pues siguen siendo pensadas como una obligación privada del núcleo familiar. Quién cuida a los hijos/as, a los abuelos/as, es un problema de cada familia y no se considera como un problema de la sociedad. Ahora bien, cuando la labor de cuidar es reconocida como un trabajo, en el caso de las personas que cuidan ancianos/as, o de las personas que cuidan niños/as, ya sea en hogares geriátricos, en guarderías, o de manera particular, son mayoritariamente mujeres quienes lo hacen. Por lo que se sigue bajo la lógica que el cuidado es una labor netamente femenina.
Reconocer a las mujeres que hacen labores de cuidado en sus hogares, como parte del rol que les fue asignado en la división sexual familiar, sería un paso para desmontar la estructura patriarcal. Comprendiendo que esa división sexual que asigna dichos roles existe como una forma de subyugar y dominar a las mujeres de forma funcional a la estructura capitalista.
Por lo menos podríamos evidenciar la magnitud de lo que cuesta en términos económicos el trabajo invisible, ayudando a que las mujeres puedan tener más autonomía en sus vidas, sin depender de la estructura familiar tradicional, esto es, de sus esposos. Aunque es evidente que la familia nuclear se ha venido transformando: cada día vemos distintas formas de componerla y las mujeres tenemos diversas autonomías, sigue siendo evidente que la familia es el núcleo privado que debe resolver los asuntos del cuidado y siguen estando bajo los hombros femeninos en su mayoría.
El patriarcado en Colombia
En nuestro país, estamos muy lejos de dicho reconocimiento, la familia sigue operando como una institución naturalizada e incuestionable, así el divorcio esté permitido y las mujeres tengan mayor acceso al mercado laboral, ellas siguen muy sujetas de las realidades de sus esposos y dedicadas a asumir las labores cotidianas del hogar.
Para el caso colombiano, la libertad sexual y reproductiva todavía sigue siendo un tabú y legalmente no es posible esterilizarse si aún no ha tenido hijos/as, el aborto sigue siendo visto como un crimen para muchos sectores de la sociedad colombiana (aunque cabe aclarar que es posible adelantar estos procedimientos médicos). Las mujeres con hijos/as asumen su cuidado así tengan responsabilidades labores en la familia, al igual que aquellas mujeres que cuidan a los abuelos/as.
Existe una elevada cifra de madres cabeza de hogar, ellas son mujeres que fueron abandonadas por los padres de sus hijos/as y tuvieron que asumir el cuidado y el sostenimiento de la familia económicamente sin ninguna ayuda. Muchas mujeres que han decidido divorciarse del padre de los hijos/as, pelean por las cuotas mensuales de sostenimiento para sus hijas e hijos, y en su mayoría siguen siendo cifras irrisorias con respecto a lo que ellas deben asumir.
Lo que hace evidente esta situación es que la mujer sigue estando subsumida en un sistema patriarcal normalizado, las cifras de violencia contra ellas son escandalosas, entre ellas la del feminicidio. Las rutas institucionales que se han creado nunca serán suficientes porque no comprenden la realidad sistémica y estructural del patriarcado como cultura en nuestro país.
En este sentido vemos como la familia sigue siendo un pilar de moralidad incuestionable, así tenga mutaciones y se haya ampliado un poco su concepción, porque esa división sexual del ámbito privado sigue existiendo y se reproduce aun en núcleos familiares de distinta conformación.
La pandemia del Covid-19, dejó en evidencia que los cuidados son labores esenciales, dio paso a reconocer el trabajo femenino por parte de algunos sectores, sin embargo, una vez superada la emergencia del tema se habla anecdóticamente, sin que haya lugar a cambios sustantivos, ni el orden legal e institucional, ni tampoco en el ámbito privado.
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Referencias
* Federici, S. (2022). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de sueños.
* Lamm, E. (2017). El valor económico del trabajo de cuidado en materia de alimentos. La importancia de la inclusión de perspectiva de género en el código civil y comercial. AP/DOC.
* Martínez Franzoni, J. (2021). Los cuidados durante y después de la pandemia en América Latina: ¿Una emergencia con oportunidades? En L. Pautassi, & F. Marco Navarro, Feminismos, cuidados e institcuinalidad (págs. 123 – 153). Buenos Aires: Fundación Medifé.
* Federici, S. http://www.eldiario.es/economia/engano-trabajo-asalariado-liberar-mujeres_0_262823964.html