JUEGOS, TRAMPAS Y LAS ARMAS HUMEANTES

Sergio Torres
Es casi el título de una película de finales de los años 90 (Lock, Stock and Two Smoking Barrels), la que describe la compleja realidad colombiana. Un presidente que juega con discursos, poderes expertos en trampas, mientras las armas siguen lejos de la Paz.
El Congreso de la República hundió la Reforma laboral y ahora también hundió la Consulta Popular…, pero, ¡un momento!, ahora “revivió” la Reforma para tumbar la Consulta. No es un juego de palabras, es mucho peor que eso, es un juego de leguleyadas y trampas, para negar cualquier asomo de cambio, por mínimo que este sea.
Más allá de los trucos y artimañas del Congreso y de quien lo preside. Hay varios problemas estructurales representados en este nuevo episodio tragi-cómico de la democracia colombiana.
Dime con quien trampeas…
La llegada de Armando Benedetti al Ministerio del interior, fue la confirmación de la continuidad del modelo clientelista y corrupto por parte del gobierno Petro, no hubo escozor en plantear que su misión era buscar los acuerdos necesarios con los demás representantes del viejo régimen, léase, preparar y repartir sobornos, para ganar la aprobación de la propuesta de Reforma y luego de la Consulta. Por ello, no fueron extrañas las reuniones de la semana pasada con los que ahora llaman “malandrines”, que dirigen el Congreso de la República.
Sin embargo, entre ratas ninguna esconde el queso, y con una jugada propia de un maestro de las trampas leguleyas, el Presiente del Senado Efraín Cepeda y sus secuaces trampearon al gobierno. En una nueva demostración de que el poder legislativo es un enorme cáncer de corrupción que impide, mata o enferma cualquier cosa que no esté dentro de sus intereses. Además, también quedó demostrado por enésima vez, que: “las vías legales están agotadas”. No es por la vía de componendas y conciliaciones corruptas con el viejo régimen, que se van a lograr los cambios democráticos.
Negarle al pueblo y burlarse de él
De una institución como el Congreso nadie espera nada, pero el presidente y sus seguidores si confiaban en ellos, por esto se veía venir la negación de la Consulta Popular. Y por ello lo sospechoso de los intentos del gobierno por comprar acuerdos y dar peleas con “gallos del mismo corral”.
Esa actitud de hablar, dar discursos en los que se pondera el poder del pueblo y una aparente radicalidad participativa de la gente, se convierte en una burla cuando al mismo tiempo permite que alfiles corruptos trancen y acuerden con el régimen.
Como también es una enorme burla, que los reconocidos malandrines profesionales que actúan como congresistas, no solo celebren, sino que ahora enarbolen la anti corrupción como argumento para negar propuestas. Con un gran cinismo ahora dicen que reviven la Reforma Laboral para, ahora sí, discutir y aprobarla, es inaudito e imposible de creer.
Iniciativas populares, no presidenciales
La respuesta inmediata, virtual y en apariencia radical de Petro, un par de horas después, fue apagando su incandescencia. La alocución presidencial perdió la beligerancia y terminó exigiéndole al Congreso: “Volver a votar la Consulta”. Una nueva muestra de que los llamados y reconocimientos al Pueblo como sujeto de las transformaciones, son una estrategia discursiva del presidente.
Surge la pregunta: ¿Por qué el presidente Petro, no propuso una Consulta Popular para pelear las reformas, hace dos años? Con ello habría logrado al menos demostrar interés en cumplir con los cambios prometidos y esperados por la gente. En lugar de gastarse su periodo en extraños intentos de gobernabilidad aliándose con representantes del viejo régimen.
Si hace dos años, cuando ya se sabía que esa caterva anti popular no permitiría ninguna reforma, se hubieran enarbolado y desarrollado estas iniciativas y discursos, el empoderamiento popular habría crecido y con él hubiera sido posible forjar los cambios.
Por ello, lo que queda desde el movimiento social y popular frente a estos entramados corruptos y tramposos, es impulsar, forjar y pelear los cambios necesarios. No esperar las conciliaciones en el Congreso. Iniciar un proceso de movilización desde la unidad de todos los sectores, organizaciones y pueblos, que se pelee las transformaciones profundas que el país necesita. Una gran presión social, ya no para que se quede en ganar un gobierno, sino en ganar el poder.