DESCUBRIR EL VERDADERO ANTAGONISMO

Camila Amador
El capitaloceno o afectación de los ecosistemas, generando crisis climática y desastres por doquier, es el cambio estructural global causado por el capitalismo, con base en la gestión de la socialdemocracia, el fascismo y otros modelos de irracional explotación de los bienes naturales finitos.
1. Una tenaza
Un escritor de derecha, que así mismo se considera reaccionario, y lo es, así como sionista, el francés Alain Finkielkraut, ha dicho hace pocos días a un periódico español: “En Europa vivimos atrapados en una terrible tenaza: entre la pesadilla Trump y la pesadilla woke, que se alimentan mutuamente. Vivimos bajo la ley de un silogismo aterrador: Trump ataca a los woke, por tanto, cualquier crítica a los woke es trumpista. Creo que, precisamente por culpa de Trump, el wokismo aún tiene futuro”.
Nuestros lectores y militantes ya conocen el término woke, como referencia a ese movimiento plural en países como Estados Unidos, principalmente, o en algunos de Europa, que reivindica grados de igualdad, por ejemplo, en el terreno étnico, para protestar contra la discriminación racial, así como para reclamar respeto a opciones sexuales diversas. A esa corriente se opone un bloque intolerante en el poder, pero también en diferentes estratos sociales cuya mentalidad es conservadora.
Constatamos una oposición no sólo en élites sino entre sectores de la población, dos modos de ver y asumir la realidad parcial, en cuanto a unos determinados derechos, configurándose una cierta pugna entre “progresismos” y defensores a ultranza del orden establecido, dejando fuera del debate entre ellos cuestiones esenciales como los bienes comunes, la propiedad privada o social de los medios de producción, las contradicciones que atañen a la destrucción de la naturaleza, y otras consecuencias que son estructurales en relación con el capitalismo como sistema dominante, donde reside el verdadero peligro y antagonismo.
2. Algo de teoría e historia
El reaccionario Finkielkraut habla acertadamente de una tenaza. Es inocultable. Ésta, en realidad corresponde a un viejo movimiento interno en el desarrollo capitalista, o sea surge como un verdadero instrumento en el desenvolvimiento de la explotación del ser humano y de la Tierra, para mantener y reproducir la lógica de la propiedad y el beneficio privado dentro de una organización económica, que provee a unos pocos de los medios para dominar y que sustrae a las inmensas mayorías del poder para decidir su futuro de vida y dignidad.
Marx lo estudió y lo propuso para la acción ideológica y política, develando la lucha de clases y otros principios, buscando contribuir al análisis histórico y a la potencia que conduzca a la humanidad a su emancipación. Sus enseñanzas tuvieron un gran impacto en los cuarenta años (1843-1883) de su labor no sólo intelectual sino política, siendo verdaderas semillas, que pronto germinaron en los trabajadores y desposeídos, al punto de formar un pensamiento que propulsó procesos revolucionarios.
Como es lógico, el bloque de poder dominante, observando ese ascenso que retaba su hegemonía, reaccionó a lo largo de varias décadas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, ensayando diferentes fórmulas, unas con cierta coordinación, otras producto de posicionamientos más particulares, todos forzados a reconocer que el capitalismo estaba generando grandes desigualdades y que con esas contradicciones estaba cavando su propia tumba.
Aunque hoy miramos con cierta consideración humanista y alguna esperanza una parte de lo recorrido, una de esas respuestas que no buscó la liberación sino la contención o el control de los sectores explotados, protegiendo la propiedad privada como columna, fue la reacción misma de uno de los componentes de esa cúpula de poder, que era -y sigue siendo en términos institucionales- la alta jerarquía de la Iglesia católica, planteando León XIII en 1891, a ocho años de la muerte de Marx, la encíclica Rerum Novarum (Sobre las cosas nuevas o los cambios políticos) que da inicio a lo que todavía hoy llamamos Doctrina Social de la Iglesia, que busca (re)conciliar intereses de los trabajadores explotados y de los capitalistas, a la vista de los efectos de la Revolución Industrial con el predominio del uso de las máquinas y nuevos medios de transporte, dinámica que, ensamblando diferentes factores, puso en evidencia que los pueblos buscarían caminos de Revolución socialista y no paliativos o remedios intermedios.
Las burguesías europeas, en esos mismos años, y especialmente en Alemania, echaron mano de lo que ya era una enunciación, incluso descrita por Marx, de alianzas entre sectores del proletariado y capas de esas burguesías, conscientes éstas de la importancia para sí de ciertas formalidades democráticas, o sea sobre libertades para ellas necesarias, a fin de armonizar sus intereses de acumulación de riqueza, morigerando las diferencias políticas con la clase obrera, o sea proponiendo no Rebelión y Revolución sino Reforma(s), haciendo énfasis en mecanismos como el sufragio o votaciones, en la regulación de la actividad sindical, el papel de supuesto árbitro que cumpliría el Estado y otras de alguna redistribución de recursos, que no afectaran la racionalidad de la explotación capitalista, sino que la aseguraran y la presentaran como civilizada ocultando así su barbarie.
Una de las pensadoras revolucionarias más importantes, Rosa Luxemburgo, estando en el seno mismo de esos partidos definidos como socialdemócratas, pero militando en su expresión más comprometida con un cambio radical de estructuras, propuso no la reforma sino el traspaso del poder para los trabajadores, además de denunciar por varios años la miseria moral de la guerra que fue apoyada por los socialdemócratas, así como por el colonialismo y el imperialismo.
En el proceso y el despliegue mismo de la Revolución en la Rusia de entonces (1917), se pusieron de manifiesto otra vez, las contradicciones que separarían a la socialdemocracia como defensora de conservar el capitalismo y sus ornamentos democráticos, y el socialismo, lucha en la que participaron partidos comunistas de diferentes países, entre ellos uno naciente en 1919 en Alemania, tras la organización promovida por Luxemburgo, quien fue de inmediato asesinada junto con otros compañeros, por tropas proto fascistas según alianza con la socialdemocracia que pactó, como pasó en otros países europeos, ser parte motora de esa tenaza, desde entonces orientada a impedir que los sectores populares se constituyan en sujeto político de poder, para así abortar los procesos revolucionarios.
3. La experiencia vuelve
Ya no es, por tanto, una conjetura sino una demostración plena, el papel contrarrevolucionario de la socialdemocracia, verificada su función de represión y limitación de las aspiraciones y las fuerzas de los pueblos, lo cual se ha puesto en evidencia en disímiles períodos y experiencias nacionales a lo largo del siglo XX y hasta la actualidad, hasta llegar hoy a ser coadministradora ideológica, política y manifiestamente parte de las élites económicas, que viven a su interior matices o algunas diferencias, sobre todo en materia de discursos referidos a algunos derechos en la pugna cultural, como hoy lo sintetizan el trumpismo y lo woke o progresismo, pero que se ponen de acuerdo en las estrategias de desarticulación de las resistencias populares, que buscan ya no más la ficción de derechos con las narrativas de las reformas dentro del capitalismo, sino verdaderas construcciones y transferencias de poder fuera de este sistema, para que los de abajo en su horizonte de emancipación y de cuidado del planeta hagan frente a las devastadoras consecuencias del ecocidio y el genocidio.
Esa socialdemocracia no dudó en muchos contextos en abrirle puertas al nazismo, como pasó en Alemania hace un siglo, habiendo sido algunos afiliados liberales objeto de persecución, llegando después a normalizar que hiciera parte troncal de esas instituciones y reglas que salvaguardan el statu quo capitalista. Luego de la derrota de Hitler (1945), se prosiguió con iniciativas y escalas del fascismo, muy claro esto en países como España, donde las fuerzas franquistas se ampararon en los procesos de transición mutando en partidos y expresiones bisagras entre esa derecha tradicional impune y los nuevos progresismos, cuya prioridad conjunta es evitar el levantamiento popular que rompa el ciclo de movilizaciones y formalismos, intensificando las formas de sumisión de las clases explotadas y segregadas.
Lo hacen a través de maniobras que justifican, como hizo Alemania en tiempos de Rosa Luxemburgo, el militarismo y la industria de la guerra, campaña infame que hoy sigue su curso en una Europa decadente, saqueando todavía más a los trabajadores y sectores sociales, que ven con gran impotencia cómo un puñado secundado de parlamentos cómplices y medios de comunicación, deciden un futuro de catástrofe: los consejos administradores de grandes empresas, los políticos y sus clientelas, se embolsillan grandes sumas de dinero, hacen propaganda a programas de rearme, mientras las necesidades sociales son burladas y los pueblos son llevados a la hecatombe.
4 El caso colombiano
Esa misma ecuación que pone de presente esa tenaza operada por el fascismo y la socialdemocracia, a la que pareciera no podemos ponerle fin, en esa matriz, cabe interpretar la trayectoria colombiana, de un Estado y sus elites a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI, que mantienen un régimen al servicio de los EEUU y de centros hegemónicos, que ha combinado administraciones de corte fascista con otras de tendencia liberal o de apariencia de centro, esgrimiendo, unas y otras, reformas de ajuste o cambios en el maquillaje normativo, incluso sirviéndose de renuncias de organizaciones conversas, que adoptaron la desmovilización sin que las reglas duras de dicho régimen cambiaran para darle mayor poder al pueblo.
El neoliberalismo configurador, la falta de soberanía nacional, la demonización de las alternativas, el reciclaje paramilitar, la corrupción y el saqueo, la doctrina de guerra sucia y perpetua, buscan paralizar los procesos populares; pretenden que se desista de un ideario de democracia real, o sea de paz con justicia social.
El capitaloceno o afectación de los ecosistemas, generando crisis climática y desastres por doquier, es ya indudable. O sea el cambio estructural global causado por el capitalismo en el último siglo y medio, con base en la gestión en gran medida hecha desde ese paradigma de la socialdemocracia en complicidad con el fascismo y otros modelos de irracional explotación de los recursos naturales finitos, como son también limitadas las capacidades regenerativas de la naturaleza en el planeta, donde la vida humana se degrada, sistema que cosifica cada vez más lo humano, sometido a una tecnología despersonalizadora que enriquece a los plutócratas y sus proyectos supremacistas.
5. Poder escapar
La tenaza de hoy que nos comprime entre elementos perversos, sin aparente salvación, en una política dilemática teniendo que escoger, nos dicen, entre extremos aparentes del trumpismo y lo woke, que es lo mismo que decir entre el neofascismo y el progresismo, ambos a su modo guerreristas, reformistas y cínicos, afirmando una cosa mientras hacen la contraria.
Es ya una tenaza que en su conjunto representa el antagonismo de la liberación, a la que responden los pueblos con luchas que se enmarcan, no en versiones dulcificadas del capitalismo, sino en una brega post capitalista creíble, cuando se oponen en la calle y en los campos a los designios del belicismo, cuando desenmascaran estrategias imperiales o colonialistas, cuando desobedecen con embriones de poder popular, cuando señalan lo que acontece en Gaza bajo la ocupación sionista apoyada por EEUU, como en Colombia con las guerras proxi que transmutan bandas de exguerrilleros en mercenarios en plena época progre.
El pueblo colombiano tiene cómo desoír las consignas de vieja data o recientes de un progresismo reaccionario como el actual, que no sólo no rompió con la herencia oligárquica, militarista, contrainsurgente e imperialista sino que la continuó, sumando su propia agenda, vicios, modos, caras y retóricas; tienen cómo organizarse los sectores populares y movilizar las fuerzas de su diversidad y conciencia histórica por fuera del parlamentarismo y el mercado capitalista que esa tenaza nos ofrece, frustrado un mandato estos años por la manipulación y el uso victimista de un gobierno gatopardista.
El torrente popular colombiano tiene cómo hacer frente a esa política del régimen que se afana para las próximas elecciones, con componendas que preparan mareas de confusión, para embutir de nuevo a la Colombia humilde en esa dicotomía, de unas castas políticas y económicas que privilegian el formalismo de las urnas, mientras se reparten el país a punta de depredaciones. Ya se organiza el lema de estupidez colectiva según el cual es preciso elegir un mal menor presente (el progresismo en sus variantes), para evitar uno mayor en el futuro. Es mentira.
Lo primero: reconozcamos esa tenaza sistémica que la propia derecha y su socio progresista variopinto y oportunista, ya no pueden ignorar, de la que hablan descaradamente, y a partir de ahí, escapemos de ella. En dicho itinerario el ELN reafirma estar junto al pueblo y sus sueños para superar las servidumbres y las condenas.