TENER VIVIENDA PROPIA NO DEBERÍA SER UN LUJO

TENER VIVIENDA PROPIA NO DEBERÍA SER UN LUJO

Chavela Villamil

Se ha vuelto natural, que muchas personas alquilen vivienda, mientras otros tienen varias propiedades y deducen gran parte de sus ingresos del alquiler inmobiliario. Esto obedece a la mala distribución de la tierra, lo que acentúa la marcada brecha de desigualdad existente.

La tenencia de la tierra es un tema fundamental en cualquier país y Colombia no es una excepción, la forma en que se regula y gestiona históricamente la propiedad de la tierra, tiene un impacto profundo en la economía del país y en las distintas formas de ejercer la vida digna en el territorio; en nuestro país la desigualdad es bastante acentuada y esto por supuesto se refleja en la tenencia de tierra, el uno por ciento de los propietarios oligopólicos aproximadamente poseen el 81 por ciento de la tierra rural.

Uno de los principales indicadores del índice de pobreza multidimensional es la posesión vivienda digna, que es determinante para tener una calidad de vida adecuada; sin embargo en Colombia gran parte de la población vive en zonas sub-urbanas o de invasión, que no cuentan con los mínimos vitales, además estas familias por su bajo nivel de ingresos y bajo poder adquisitivo, no pueden acceder a una vivienda alquilada y mucho menos adquirir una.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 3 de cada 10 colombianos se hallan en situación de pobreza monetaria y 4 de cada 10 en situación de pobreza multidimensional; además, traza el tope de pobreza monetaria en ingresos de 435.375 pesos mensuales y la pobreza extrema en 323.435 pesos mensuales.

En este estado de creciente desigualdad social, gran parte de la población padece un bajo poder adquisitivo y no pueden acceder a vivienda propia, por la falta de un sistema que permita su adquisición de sin grandes prendas de garantía, lo que ha hecho que el alquiler inmobiliario se convierta en la modalidad habitacional más utilizada en el país, según el DANE 4 de cada 10 colombianos están viviendo en alquiler.

El decrecimiento en el acceso y adquisición de vivienda propia tiene varios factores que no son independientes sino correlacionados:

  1. a) el bajo poder adquisitivo no permite sufragar gastos básicos, mucho menos amasar capital para acceder a crédito hipotecario,
  2. b) descenso de la población joven y el aumento de hogares unipersonales,
  3. c) dificultad para acceder a créditos hipotecarios,
  4. d) altas tasas de los créditos, entre otros.

Un modelo que acabe el déficit de vivienda y la pobreza

El abandono estatal en términos de infraestructura conlleva el incremento de la pobreza multidimensional, pero la pobreza monetaria principalmente está incidida por el bajo poder adquisitivo per cápita, que a su vez está determinado por la falta de empleo formal, y la sobre proliferación del subempleo, que genera una burbuja inflacionaria que relativiza la contracción económica, pero que no incrementa el poder adquisitivo y desde luego no da lugar a suplir tan siquiera los gastos básicos.

Ante la marcada contracción de la economía, el Gobierno debería trazar un plan estructural para disminuir el Gasto Corriente (burocracia, guerra, pago de Deuda Externa), junto a incrementar el recaudo, centrándolo no en la captación por masa de capital que castiga a las capas medias, sino en la captación por volumen de capital neto, lo que quiere decir, que debe implementar la tributación de los grandes capitales y empresas con un enfoque redistributivo, no priorizando la inversión y la rentabilidad, sino congelando la media incremental del pago de pasivos onerosos, como es el caso de la Deuda Externa.

El recaudo y los empréstitos deberían estar enfocados principalmente a resolver el déficit de Gasto Social y esto desde luego implica facilitar el acceso real a vivienda, ya que este ítem es uno de los principales percentiles de la pobreza multidimensional, que en sí misma muestra el nivel de desigualdad.

La reactivación económica implica un cambio de modelo económico o por lo menos un cambio en la política económica y fiscal, priorizando suplir el mercado interno a través del fortalecimiento de la industria y la producción nacional, además de desarrollar planes secuenciales, que dinamicen el poder adquisitivo per cápita y decrezcan el costo de los servicios básicos y esenciales. De igual forma, subsanar el déficit habitacional histórico y prevalente del país, requiere una política pública que vaya más allá del subsidio, se requiere de reformas estructurales, que modifiquen el sistema crediticio para hacerlo accesible a las clases de menos ingresos.

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