PIRÓMANO EN LA CASA BLANCA

PIRÓMANO EN LA CASA BLANCA

Comandante Antonio García

En un mundo descuadernado y ardiendo en llamas, para echarle más leña al fuego, vuelve a la presidencia del imperio más bárbaro hasta ahora conocido, un presidente pirómano, quien además tendrá un amplio control del Congreso.

Lo anterior le otorga a Trump un importante margen de maniobra política y administrativa para implementar todos los programas y políticas agitados en la campaña electoral, parte de lo cual trató de implementar en su primera presidencia (2017-2021), como fue la persecución de los migrantes, o el escalamiento del poder militar de su país. Ahora, como nuevas promesas, agita la depuración y ajuste fiscal de un Estado que vive al debe, reorientando, según su decir, miles de millones despilfarrados en burocracia ineficiente a sostener y fortalecer el indispensable aparato militar, para imponer sus intereses en el convulso mundo capitalista de hoy. Construir armas atómicas de nueva generación, para acciones tácticas de impacto limitado, o consolidar su proyecto de colonización satelital del espacio, con miles de pequeños satélites para espiar en tiempo real cualquier país o rincón del mundo, hacen parte de la agenda militarista que abordará su gobierno, ampliando su histórica condición de “el policía del mundo”.

El ahora reelegido presidente, comerciante, negociante, especulador de profesión, propietario de una abultada fortuna, realizada además evadiendo impuestos y realizando todo tipo de trapisondas típicas del individualista y capitalista que no ve más allá de sus intereses, regresa al poder producto de un amplio esfuerzo iniciado desde el mismo día en que, alegando que le habían robado los comicios, no logró fraguar el golpe de Estado para impedir que Joe Biden asumiera la presidencia en el 2021.

Desde entonces, han transcurrido 4 años de discusiones, investigaciones, elaboración de borradores y textos definitivos, de un programa por implementar en el cuatrienio que sigue, cuya primera agenda, ya cumplida, estuvo dirigida a la sociedad gringa, segmentando a sus electores por Estado, ciudades, condados, edad, procedencia, profesiones.

Labor que dio su fruto e inclinó la balanza del voto a su favor, para lo cual, además, se valió de una estrategia que, por un lado, potenció el nacionalismo, como hacen todos los políticos que quieren despertar fanatismo y fidelidades ciegas, y por otro identificó al migrante como el enemigo de la población gringa blanca, como el causante de los males que padecen, entre ellos el desempleo, por lo tanto, en su diana están los migrantes, las personas a las que hay que perseguir, acorralar, regresar a sus lugares de procedencia e impedir que continúen ingresando de manera ilegal al “país más libre del mundo”.

En los últimos cuatro años estuvo acompañado por centros de pensamiento como la Fundación Heritage, empeñados todos en blindar con bases teóricas y jurídicas al nuevo gobernante, para retornar a los Estados Unidos a los puestos de privilegio y honor que gozó, por lo menos, desde finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo quedó a sus pies por ser la primera y para entonces única potencia atómica. Según los responsables de esos centros de pensamiento, ya cuentan con más de 300 órdenes ejecutivas (o decretos presidenciales, como se conoce en nuestro país) por aplicar a partir del mismo momento de su posesión.

Se trató de una acción de difusión de ideas y posicionamiento del candidato, hoy presidente electo, en la cual un multimillonario como Elon Musk colocó a su disposición a X (anterior Twitter), su conglomerado mediático, para difundir desinformación a granel, además de procesar ingeniería de datos, para establecer con toda precisión preferencias y disposiciones electorales de la población estadounidense. Una intervención retribuida con su nombramiento como jefe del Departamento de eficiencia gubernamental, una nueva instancia para llevar a cabo la depuración financiera del aparato gubernamental, cuya primera draconiana experiencia han puesto en marcha en Argentina bajo el mando del fanático Javier Milei, ambos se parecen hasta en el “peinado despelucado”.

La realidad es terca, con este tipo de alianzas, campaña y programa, la llamada “mayor democracia del mundo” ha quedado reducida a una plutocracia, militarista y guerrerista. Este tipo de régimen político permite a los más ricos no delegar en los políticos y gobernantes el diseño y ejecución de medidas económicas, para que sus negocios funcionen a pleno vapor; así, en medio de la crisis global en curso que registra el capitalismo, y la disputa de mercados entre potencias y multinacionales, ellos mismos se ponen al frente del Estado, su Estado, lo apropian en su totalidad y lo someten sin titubeos a sus intereses. Es la “democracia” de los más ricos, en la cual todo el alegato liberal va a parar al basurero de la historia.

Trump tiene como asesoras y soporte programático, instituciones ciegas ante la múltiple crisis que registra la sociedad global, entre las que resalta el cambio climático, la prolongada crisis financiera, entre otras, y por las cuales millones de personas padecen hambre, desempleo, guerras devastadoras. Profundizar las explotaciones petroleras, cerrar las fronteras de Estados Unidos, ahondar el proteccionismo de su economía elevando aranceles en una guerra comercial anunciada, en especial con países como China, son parte de las medidas elaboradas por estos centros de pensamiento y recomendadas al reelegido presidente.

Una vez conocido su triunfo electoral, sin darse un respiro, Trump inicia el nombramiento de sus principales funcionarios y acompañantes, todos ellos de un amplio perfil retrógrado, convencidos del poder militar de su país, poder indispensable de usar, si fuera necesario, para conservar su primacía mundial.

Son guerreristas y fanáticos del poder omnímodo de los Estados Unidos, así, Marco Rubio es designado como Secretario de Estado. Congresista de larga trayectoria, hijo de una familia que migró de Cuba antes de 1959 y que incorporó un odio contra el país de sus progenitores, nación contra la cual no ahorra gestión ni intrigas para que le prolonguen y endurezcan el bloqueo que por décadas le han aplicado, y con el cual han propiciado el desquiciamiento de su economía e infraestructura. Es un odio extendido a otros países y regímenes políticos como China, Venezuela, Nicaragua e Irán, países todos elevados a enemigos supremos de Estados Unidos, un nuevo eje del mal y que estarán, con seguridad, en el ojo fanático de su futura gestión.

Así como tiene países enemigos y por confrontar a todo precio, también tiene países amigos, entre los que resalta Israel, país cuyo ejército lleva a cabo desde hace más de un año un inocultable genocidio contra el pueblo palestino, violando, ante los ojos cómplices de los principales centros de poder, todo tipo de derechos de cientos de miles de indefensos ciudadanos sometidos a bombardeos indiscriminados y operaciones militares especiales.

Es esa visión del mundo, dividido de manera elemental y maniquea entre países buenos y malos, la que desde la tercera semana de enero del 2025 estará al frente de la diplomacia del imperio estadounidense, sin duda, un lastre para el mundo y para nuestro continente.

Como todos podemos recordarlo, nuestro continente ha sido considerado el patio trasero de los Estados Unidos, es decir, su zona de influencia por excelencia o territorio retaguardia, de lo cual se desprende el signo histórico de estar a merced de sus conspiraciones y maniobras de todo tipo, para impedir que vivamos en soberanía plena y contemos con proyectos de vida solidarios.

Es sobre ese “patio trasero” que los Estados Unidos, como imperio, está obligado a maniobrar para impedir ser acorralado en su propio territorio, por las potencias que hoy le disputan sus privilegios y ventajas financieras, comerciales, geopolíticas y de todo tipo, derivadas del orden mundial surgido en 1945 aún hoy reinante, orden diseñado según sus necesidades de control y dominio global, las mismas que hoy están en disputa por el surgimiento de alianzas de países, que se esfuerzan por hacer real un multilateralismo cada vez más fuerte.

Una realidad que nos recuerda, como rebeldes que somos, que la real y definitiva independencia de nuestros países está por fraguarse, un reto por seguir acometiendo, ahora con mayor ahínco al saber que nuestro principal enemigo internacional atraviesa múltiples y gruesas crisis y, por más dificultades que tenga, no caerá solo, se requiere la unidad de los pueblos y naciones, para que con su lucha garanticen su derrota y así un nuevo mundo pueda nacer.

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