LA CRISIS POR AGUA EN BOGOTÁ ES UN PROBLEMA ESTRUCTURAL

LA CRISIS POR AGUA EN BOGOTÁ ES UN PROBLEMA ESTRUCTURAL

Martha Elena Gaitán

La crisis por escasez de agua en Bogotá y otras regiones, obedece a un problema estructural que es superior al fenómeno de el niño y está ligado al modelo económico global y a las políticas impartidas por el régimen.

No es como lo anuncian los medios de comunicación en sus titulares «La crisis hídrica de Bogotá: Solo nos puede salvar el cielo” [1], tampoco es un fuerte fenómeno de El Niño lo que ha provocado la escasez de agua, ni las medidas de racionamiento son la solución a esta crisis que padecen las y los bogotanos, son falacias para desviar la atención de las verdaderas causas que han originado la actual crisis por el agua.

El abastecimiento de agua potable en Bogotá y municipios aledaños proviene de tres sistemas con 8 embalses en total; sistema norte, compuesto por los embalses Tominé y Neusa, suministra el 25 por ciento; sistema Chingaza, compuesto por los embalses de Chuza y San Rafael, suministra el 70 por ciento; sistema sur, compuesto por Tunjo, Chisacá y La Regadera, suministra el 5 por ciento [2]. De acuerdo con la gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, a finales del año pasado el nivel del sistema Chingaza estaba en el 42 por ciento y a mediados de abril de este año bajo hasta el 15,28 por ciento, llegando al punto más bajo en 40 años, situación “crítica” que sobrepasó los pronósticos y obligó a tomar medidas urgentes.

Los negocios por encima del impacto ambiental

Un embalse artificial y/o represa es un cuerpo de agua estancado resultado de la ubicación de una pared de concreto sobre un río que impide el curso normal de su agua, es utilizado como reservorio para el abastecimiento de agua y/o la producción de energía eléctrica.

Las represas traen impactos ambientales y sociales, el encajonamiento de sedimentos, erosión de las orillas, alteración del nivel freático, modifican por completo la dinámica y funcionamiento natural de un río, aguas arriba y abajo de la presa. Dichos impactos han sido denunciados por los habitantes de La Calera, uno de los municipios en los que se encuentra el Parque Nacional Natural Chingaza, la construcción del embalse San Rafael generó desplazamiento de familias campesinas, el descenso del nivel freático se tradujo en menos agua disponible para el desarrollo de sus actividades cotidianas, y en el pasado importantes inundaciones sobre el río Teusacá, que atraviesa el municipio, debido a las descargas para superar las elevaciones en el nivel del embalse. Así mismo, se pronuncian las comunidades de la Orinoquía por la construcción del proyecto Chingaza I, que extrae de sus cuencas hídricas 14 metros de agua por segundo, dejando una cantidad mínima en el caudal del río Guatiquía, anteriormente navegable y uno de los más importantes para Villavicencio [3].

Académicos e intelectuales ponen en el debate público el concepto de “seguridad hídrica” definido como el “acceso sostenible a cantidades adecuadas de agua”, sin embargo, “es necesario cuestionar en cuántas manos está distribuida el agua, si esto es justo o no, y quiénes son los excluidos de este sistema” [4], porque detrás de conceptos como el de la “seguridad hídrica” existen intereses del sector privado en el control del agua, que puede significar la garantía de un acceso mínimo para algunos, al tiempo que el acaparamiento de grandes cantidades para otros.

El Índice Gini de concentración de agua en Colombia es del 0,9, mientras más cerca de 1, más desigualdad existe en la distribución, es decir, hay concentración de este bien común en pocas manos.  El sector agrícola usa el 43,07 por ciento de la demanda hídrica nacional, seguida por la industria hidroeléctrica, los pastos de corte para ganadería, la palma de aceite y la caña de azúcar, emplean más de la tercera parte en el sector agrícola y los mayores concesionarios del país son los ingenios azucareros, seguidos por el sector de hidrocarburos [5].

En la medida en que el mercado mundial es el destino de los productos agroindustriales, cuya elaboración requiere gran cantidad de agua, su exportación implica exportaciones indirectas de agua. Esto evidencia que el acaparamiento del agua en Colombia está asociada a la concentración de la tierra, por tanto, no existe seguridad, ni habrá justicia hídrica mientras se privilegie el mercado que llena el bolsillo de unos pocos por encima de garantizar los derechos a las mayorías.

Si de una medida paliativa se tratase, ante una crisis de agua como la actual, tiene sentido que los racionamientos no recaigan en el sector doméstico, sino que se concentren en los sectores que tienen un mayor consumo del líquido, no como disfrazan actualmente las campañas que invitan a cambios en el comportamiento a través de lemas como “cada gota cuenta” y “seamos solidarios con Bogotá”, ni como dicen los funcionarios ”duchas cortas, de máximo tres minutos” o “cobros adicionales en la factura para los hogares que usen más del doble del consumo básico de agua”, nada de eso resuelve el problema a largo plazo, el cambio climático traerá consigo nuevas y más fuertes sequías que nos mantendrán en  crisis.

Cambiar el paradigma hídrico y ambiental

La cuestión de fondo, la pone en evidencia la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua realizada en Nueva York, al señalar que, “existe una crisis mundial del agua sin precedentes y uno de los factores que la han producido es el modelo de gestión del agua como mercancía que ha permitido la apropiación privada” [6]. Como ELN estamos de acuerdo con lo planteado por D. Martínez, “es necesario avanzar en una discusión abierta y democrática sobre el agua, en donde los argumentos y los derechos de los pueblos puedan primar sobre los intereses particulares” [7], por eso en los distintos escenarios hemos propuesto un Gran Acuerdo Nacional que de apertura a discutir todos los temas esenciales para la vida de las comunidades en el país.

Solo un cambio de paradigma, un nuevo modelo económico que priorice una relación armónica con la naturaleza podrá salvarnos de esta crisis planetaria, porque el agua es el sustento de la vida, no se trata de una crisis cualquiera, sino una civilizatoria que puede poner fin a la humanidad, entonces lo que nos tiene en crisis por el agua en Bogotá, no es la falta de lluvia, lo que está de fondo es un modelo inadecuado para el abastecimiento, una pésima planificación y ordenamiento de los territorios y un desastroso modelo de «desarrollo» económico y político. No podemos esperar que ‘el cielo nos salve’, debemos apelar a nuestra capacidad de raciocinio como especie Homo Sapiens, hay mucho por hacer, mucho que transformar.

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[1] La crisis hídrica de Bogotá: “solo nos puede salvar el cielo”. El País, 17-04-2024.

[2] Así están los niveles de los embalses que abastecen de agua a Bogotá. Bogotá.gov, 17-04-2024.

[3] Crisis de agua en Bogotá: una mirada desde la justicia hídrica. Censat Agua Viva, 25-04-2024.

[4] La justicia hídrica como eje central de las políticas del agua. (episodio de podcast) en Entrevoces. Spotify, 23-04-2022.

[5] Equidad y sostenibilidad en la asignación de concesiones de agua en Colombia. Gestión y Ambiente.

[6] Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua, Nueva York, EEUU, 22_24-03-2024.

[7] Derecho al agua en Colombia informe nacional. Censat, 22-03-2023.

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