ARTE DESPLAZADO…

ARTE DESPLAZADO…

Karina Pacheco

La pobreza estructural y el hambre que ataca sin piedad a las comunidades más alejadas y por ello olvidadas por el Estado, ha llevado a que muchos se aventuren a buscar nuevos rumbos y en este deambular llegan a la jungla de cemento.

La jungla de cemento es una simbiosis de culturas, saberes y aromas, ahí convergen miles de colores, pensamientos, pero sobre todo historias, algunas oriundas, otras foráneas, pero quizás las sufridas y dolidas son las historias que tienen como génesis vientos y dolores que no dejaron otra opción que emigrar y aventurarse en esta jungla.

Los indígenas deberían ser tratados como los dueños del territorio, ya que están en estas tierras desde antes del genocidio hispánico, sin embargo, les cambiaron tierra por espejos y libertad por miedos y así terminaron en “resguardos”, para luego ser expulsados por acción de las multinacionales que se adueñan de sus territorios. En esta zozobra, muchos indígenas Emberas han llegado a la jungla de cemento, donde entre el hambre y la exclusión, terminan como mendigos y otros como artistas artesanales.

En pleno centro de la jungla de cemento estaba Yaineris, en el piso con su niño sobre las piernas y aguja en mano trata de tejer pulseras, algo que aprendió de sus ancestros y que aquí se convirtió, en lo único que le queda por hacer en este entorno caótico donde hay de todo, pero ella no tiene nada; meses atrás llego de Risaralda junto a otras mujeres, agobiadas por el hambre y las necesidades se aventuraron en una jungla hostil, donde todo tiene precio. Después de deambular por las calles y recolectar monedas consiguieron para pagar un cuartico estrecho, donde viven 4 mujeres, 3 niños y una adolescente, además, consiguieron materiales para hacer manillas y collares; desde entonces, salen todos los días a tomarse los andenes, para hacer sus artesanías y venderlas a los transeúntes, en ocasiones no logran vender mucho, pero siempre está la solidaridad que les deja moneditas en un tarro de lata oxidada, que siempre está junto a sus creaciones.

Yaineris no se siente libre, se siente atrapada y abandonada, pero su instinto de supervivencia es fuerte y por eso sale de sol a sol como toda una guerrera, a encarar el hambre y tratar de ganarle la batalla a la exclusión.

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