LA CONDENA POR SER NEGRO O INDÍGENA
El 53 por ciento de los 50 millones de colombianos los han hundido en la pobreza y la miseria, pero los negros e indígenas son los más excluidos entre los excluidos, por esto en Chocó, donde viven el 82 por ciento de los negros, el derrumbe de una vía mató a 40 personas.
Unos le echan la culpa a la pluviosidad de la costa del Pacífico, donde llueve 287 días al año, las que ocasionaron los 10 derrumbes en la carretera que une a Antioquia con el Chocó y sepultaron el 12 de enero, una casa y una caravana de vehículos en el kilómetro 17, en el Carmen de Atrato; otros denuncian la negligencia para terminar esta vía tras estar en construcción por dos décadas, causada por la corrupción generalizada que devora todo en este departamento, según atestigua la principal autoridad de la iglesia católica de esas diócesis.
Los 40 muertos del 12 de enero hay que agregarlos a los 150, que ya han perdido la vida en esa carretera desde 1998, por culpa de la corrupción enquistada en esa esquina del Pacífico, delito que no puede esconderse, atribuyendo a los desastres naturales la mayor parte de la responsabilidad por estas pérdidas de vidas humanas; que no le duelen a la élite dominante intoxicada por regir una ‘pigmentocracia’, en la que el color de la piel es la medida para conceder o negar derechos fundamentales, discriminación que en todo el mundo se le conoce como racismo estructural, que es la causa principal para que Chocó solo cuente con dos carreteras que la unen con el resto del país, en las que por su pésimo estado, los transportadores le fijan un precio altísimo a los tiquetes de los pasajeros.
Los 50 Consejos Comunitarios Negros y los 12 pueblos indígenas a quienes pertenece esta esquina del país, inmensamente rica por su biodiversidad y los bienes naturales que abriga su subsuelo, tienen la razón al defender la vida y el territorio, para ser tenidos en cuenta en todos los planes de desarrollo que se emprendan en ese departamento, en vez de tener que resistir los permanentes embates de militares y paramilitares que persiguen expulsarlos de su hogar ancestral; también, toda Colombia debe curarse del mal de racismo que la aqueja, para comprender y apoyar la lucha de negros e indígenas por su plena dignidad humana.