LA VIDA Y EL PLANETA SIGUEN AMENAZADOS

LA VIDA Y EL PLANETA SIGUEN AMENAZADOS

Comandante Antonio García

En 1992 en la Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro se adoptó un Tratado Internacional que dio vida a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), desde donde se establecen las normas para una cooperación internacional que luche contra el Cambio Climático.

Para este fin se establece la Conferencia de las Partes (COP) como órgano supremo desde donde se asumen acciones y disposiciones para hacer frente al cambio climático y sus efectos devastadores. Este 30 de noviembre en Dubai se realiza precisamente la COP28. Vale recordar de manera especial el Acuerdo de París de 2015 (COP21) el cuál buscaba limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales con esfuerzo, limitarlo a 1,5 grados.

Lo que el mundo evidencia, al igual que con los objetivos de desarrollo sostenible, los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario es la sumatoria de graves incumplimientos acumulados por parte de los Estados y claro, de Corporaciones que han logrado poner a su servicio las estructuras estatales.

Y es que este 2023 como bien lo dice públicamente Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, “La humanidad ha desatado un infierno”, pues luego de 28 cumbres, este año pasará a la historia por cuanto el planeta registró los picos más altos de calor, se detectó un salto importante en el aumento de la temperatura marina produciendo deshielo en el Antártico con seis desviaciones estándar por encima de la media, aumentando peligrosamente la liberación de metano.

Esta no es una preocupación central que se deje sentir en la agenda política y mediática real, tan solo será una afirmación de Guterres, que más adelante, en un futuro no muy lejano será recordado como el año en el que el Cambio Climático se convirtió en Colapso Climático.

¿Quiénes son los responsables?

Una manera hábil de evadir la reparación de un daño evidente, catastrófico y global es afirmar y repetir que “la humanidad es la responsable” o que “todos somos responsables”.

Los países potencia del norte Global son los responsables del 92 por ciento de las emisiones de gases efecto invernadero (GEI). Dichas potencias adictas al petróleo, a los combustibles fósiles, y por tanto adictas también al híper-consumo basado en la híper-explotación de la naturaleza y los pueblos.

Las antiguas potencias coloniales, ahora se quieren hacer ver como renovadas potencias, pero han colonizado la misma atmósfera.

Tan solo el 20 por ciento de la población híper consume el 80 por ciento de los recursos de la naturaleza, siendo las élites ultra-ricas las responsables de los daños que se produce; por ejemplo, el 10 por ciento más rico de Norteamérica consume 73 veces más carbono per cápita al año, que la mitad más pobre de la población del sur y sureste asiático.

Pese a estar todas las alarmas encendidas, estas élites persisten en seguir por el camino de la aniquilación de la humanidad y la destrucción del planeta, por cuanto acrecientan el modelo híper extractivo y en la adicción al consumo, así mismo apuntalan guerras regionales, confrontaciones globales al límite de prender las alarmas nucleares, la irracionalidad occidental con su falso discurso de libertad y democracia.

Vale decir que, según Global Material Footprint (1900-2017) el uso constante de materias primas en la primera mitad del siglo XX se duplicó de 7 mil millones de toneladas al año a 14 mil millones. Luego, en décadas posteriores a 1945, en la medida que el PIB se consolidaba por el modelo económico, en objetivo político fundamental y la expansión económica se acelera, el uso de materias primas se acrecienta y alcanza los 35 mil millones en 1980, llega a los 50 mil millones en el año 2000 y toca la exorbitante cifra de 92 mil millones de toneladas en el 2017. Los científicos estiman que el planeta puede soportar una huella material total de hasta 50 mil millones de toneladas, hoy superamos esta huella dos veces, todo este rebasamiento está impulsado por el exceso de consumo en los países ricos, consumo que no se organiza en torno al valor de uso, sino al valor de cambio.

Estos temas están entrelazados, inter-conectados y así deben analizase. Es claro que lo que se destruye aceleradamente es la vida misma.

La COP28 no promete abordar estos esenciales temas, será otro ‘saludo a la bandera’, otra rueda de negocios, discursos van y vienen; solo podemos resaltar que esta Cumbre se realiza en Dubai, símbolo global del híper-consumo, dirigida por el presidente de la petrolera estatal de los Emiratos Árabes Unidos, y no asistirán los presidentes de las potencias más contaminantes EEUU y China. La presencia del Papa Francisco se vio frustrada por sus dolencias respiratorias, desde luego potenciadas por una atmósfera contaminada; tal vez Cuba en representación del G77 sea esa voz disonante que haga llamado real a la responsabilidad por las generaciones presente y futuras: al cuidado de la vida misma.

Estas reuniones siguen siendo tan solo declarativas y la vida y el planeta siguen amenazados. Es el momento de arreciar las luchas por la defensa de los territorios y la vida, articular las múltiples y coloridas luchas de los pueblos que aunque dispersos y a ratos en solitario, crecen y son la esperanza que brota por la rendijas que deja la dominación imperial, desde el sur global.

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