GOBERNAR PARA ROBAR Y ROBAR PARA GOBERNAR
Sergio Torres
La corrupción en Colombia es uno de los grandes males enquistados en el poder político nacional y regional. Con casos como el del proyecto Agricel por 75 mil millones que se auto adjudicó el Clan Gnecco desde la Gobernación del Cesar.
La corrupción es uno de los males más graves y profundos que tiene Colombia. Está enquistado en la política y la administración pública muy profundamente. Más grave aún, es un mal que ha logrado establecerse en las lógicas de la gente, convirtiéndose en una especie de cultura y tradición; y por tanto, se consiente y se tolera altamente, por esto el refrán popular: “que robe pero que haga”, refiriéndose a mandatarios locales.
El establecimiento de este comportamiento y lógica de robarse los dineros públicos, es el principal factor para la ilegitimidad de las instituciones del poder público en Colombia. Una verdadera Cleptocracia institucionalizó la corrupción con todas sus expresiones: peculado, clientelismo, carruseles de contratación, nepotismo y falsedad en contrataciones. Todo un repertorio que logra secuestrar la administración pública en todos los sectores desde la justicia, órganos de control y en general el sistema político y económico.
Corrupción sobre necesidades básicas. Asesinos en masa
Un acto de corrupción que deja sin agua una población, sometiéndola a la sequía y la carencia del líquido vital básico. El robo de tierras de producción a campesinos, desplazándolos y obligándolos a la mendicidad. La apropiación de recursos destinados a la educación de niños y niñas, impidiendo que estas se formen en condiciones mínimas de tranquilidad. Robarse la plata de los alimentos de los planes de alimentación escolar; son ejemplos del tipo de casos que cada tanto se conocen en Colombia y que representan el absoluto descaro y falta de escrúpulo alguno a la hora de robar, sus corruptos ejecutores bien podrían catalogarse como asesinos en masa, ya que atentan contra la vida de comunidades enteras y/o grandes sectores poblacionales.
Además de corromper la institucionalidad del Estado, se han logrado consolidar verdaderos emporios o carteles de corrupción que llegan a sostenerse de manera histórica. No en vano en Colombia la corrupción a campeado a lo largo de la historia republicana. Este hecho crea en la población una especie de contradicción que por un lado niega, ilegítima, la viabilidad y gobernabilidad de las instituciones públicas; y por otro, no activa verdaderos ejercicios de control, denuncia y combate ante la corrupción. Peor aún, cohonesta con prácticas corruptas, cerrando el ciclo de perpetuidad de este mal.
Los Malos ejemplos
Cada tanto se destapa un nuevo caso de corrupción más grave que el anterior. Hace un año el país se escandalizaba por la corrupción en el llamado caso de Centros Poblados que tuvo como principal protagonista a la entonces Ministra de las TIC, Karen Abudinen. Hace unos meses se conoció de otro caso de corrupción que ejemplifica la forma en que la administración pública es manejada para garantizar el robo y la impunidad, de este caso no se ha hecho gran escandalo porque está directamente vinculado a una familia poderosa del departamento del Cesar y que tiene nexos con el expresidente Duque y representantes de la derecha colombiana.
Los Gnecco son una familia ligada directamente al paramilitarismo y la corrupción del Cesar. Cielo Gnecco es la cabeza de este grupo político tras la muerte de Jorge Gnecco, asesinado por sus propios amigos de las Autodefensas Unidas de Colombia, con quienes colaboraba según lo estableció la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Barranquilla.
Esta familia tiene capturada la gobernación del Cesar hace varios periodos. En la segunda administración del entonces Gobernador Luis Monsalvo Gnecco, quien fue posteriormente destituido por corrupción en el Plan de Alimentación Escolar durante su primer periodo, se presentó el proyecto para la construcción de un sistema de riego para el campesinado, proyecto llamado Agricel y que tenía un costo de 75.000 millones de Pesos.
Destituido Monsalvo Gnecco tomó posesión en la gobernación Andrés Meza, quien había firmado el estudio previo del proyecto y quien otorgó el contrato al Centro de Desarrollo Tecnológico del Cesar (CDT Ganadero) empresa en quiebra constituida por el mismo Clan Gnecco. Es decir, el proyecto cumplió con la dinámica de otorgar el contrato principal, controlar la interventoría y así garantizar la falsedad en la ejecución, la supervisión y la vigilancia ya que todo quedó en manos propias.
Ese proyecto inició el 15 de junio de 2021 y debía durar 6 meses, hoy ya van 20 meses y aun no hay ningún avance, aunque en el informe a mediados del 2022 la empresa interventora (de los amigos del Clan Gnecco) planteara un avance del 80 por ciento. Los propios campesinos ya dan por perdida “esa platica”. Se han iniciado algunas investigaciones sobre este “festival de la corrupción” pero todavía no hay ningún resultado, más allá de una comunidad cesarense carente de agua para sus cultivos y un clan familiar que sigue teniendo secuestrada la gobernación del departamento y desangrando dineros públicos.