LA HERENCIA

LA HERENCIA

Claudia Julieta Parra

Las políticas económicas implantadas por Duque aunque muestran un Producto Interno Bruto (PIB) dinámico y rentable para las mega empresas; en el trasfondo dejan sumido al país en un déficit fiscal de 83 billones de Pesos, y la inflación más alta de las últimas dos décadas.

El nuevo Gobierno en términos socioeconómicos recibe un país con saldos en rojo, una inflación en dos dígitos (10,21 por ciento), algo que no se veía desde hace 22 años, una Tasa de Interés de 9 por ciento, el Dólar por encima de los 4.300 Pesos, una Deuda Externa (DE) de 176.085 millones de Dólares que equivale al 50,7 por ciento del PIB; a esto se suma la Tasa de Desempleo en 11,3 por ciento, el empleo informal en 44,70 por ciento, la Pobreza Monetaria oscila en 39,3 por ciento y la Pobreza Extrema asciende a 12,2 por ciento.

El desequilibrio más evidente es el exceso de importaciones que es de alrededor de 31.600 millones de Dólares, lo que representa un aumento del 46 por ciento con respecto al año anterior, este año la balanza comercial presenta un déficit negativo de 18.000 millones de Dólares.

La dependencia de la economía exógena nos ha llevado a la devaluación progresiva de Peso, que en lo corrido del año se ha devaluado 15 por ciento; lo cual es letal para nuestra economía, un Dólar fuerte tiene una afectación directa sobre la canasta familiar incrementándola en un 15 por ciento, todo esto repercute en disminución de la demanda y nos lleva a una desaceleración económica causada por una caída brutal de la demanda.

Es muy loable la intención del nuevo Gobierno de querer subsanar el déficit de Gasto Social, y que para lograr este objetivo plantee ampliar el recaudo tributario en 25,9 billones de Pesos, acción que puede ser una salida en falso si no se acompaña de una política de austeridad real que implica disminuir el gasto corriente (burocracia, Guerra, pago de DE), de nada sirve tener más recursos si no cambiamos los patrones de consumo.

La productividad y el desarrollo deben estar ligados al fomento del empleo formal y no las prebendas tributarias, de esta forma se incrementa el poder adquisitivo per cápita y se hace posible dinamizar la economía, y no corremos el riesgo en convertirnos en una economía efectista y paternalista, que en términos económicos nos hace inviables.

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