‘¡NOS QUEREMOS VIVAS!’
Damaris Izaguirre
En la memoria está el histórico Paro Nacional del año pasado, que con fuerza y masividad soportó durante tres meses la barbarie de las fuerzas estatales y paraestatales, quienes usaron la fuerza en forma desproporcionada, disparando a quemarropa contra los manifestantes sus armas letales y menos letales.
Si bien fueron atroces todos los crímenes y atropellos cometidos por las fuerzas represivas del Estado en colusión con el paramilitarismo urbano, la muerte que se quedó clavada en mi memoria y rompió mi alma en mil pedazos, fue una ‘muerte con puñal ajeno’, con lo cual traigo a colación el suicidio inducido de la joven de 17 años Alison Meléndez, que un 13 de mayo tras ser víctima de violencia sexual por parte de un grupo de policías del Esmad y del Goes, decidió quitarse la vida y en su obituario dijo algo que nos llegó al alma a todas aquellas que tenemos el honor de tener ovarios: “me manosearon hasta el alma”.
Tras conocer el suicidio inducido de Alison el colectivo feminista Casa de la Mujer denunció públicamente, que “Alison Meléndez se habría suicidado luego de presuntamente sufrir actos de violencia sexual por parte de miembros del Esmad, en medio de su detención en la URI de Popayán”, pocos minutos después el Comandante Regional de la Policía General Ricardo Alarcón, tuvo el descaro y faltando al principio de darle credibilidad a la víctima, salió a calificar el anuncio del suicidio de Alison como una Noticia Falsa, que quería enlodar el “buen nombre” de la Policía.
Tras un año del suicidio inducido de Alison las investigaciones correspondientes avanzan a la velocidad de ‘una tortuga enyesada’, los policías sindicados muy orondos siguen recibiendo sueldo y premiados con trabajos de escritorio, en últimas, para el Estado lo que pasó con Alison es una simple estadística que reposa en total impunidad, porque para este Gobierno Genocida es más importante conservar la maltrecha reputación de una institución carcomida por la corrupción, que lleva décadas al servicio de intereses de una élite minoritaria.
Lo más lamentable de todo es que ‘la sociedad colombiana ha naturalizado el abuso sexual’, por lo que no basta con denunciar, hay que dejar de estigmatizar a las víctimas y luchar arduamente por erradicar la violencia de género, y como dice la canción: “que tiemble el Estado, los cielos, las calles, que tiemblen los jueces y los judiciales (…) ¡nos queremos vivas!”.