‘EN COLOMBIA SE HA NORMALIZADO QUE MATEN A LAS MUJERES’

Susana Giraldo

Los constantes asesinatos y agresiones de todo tipo contra las mujeres aunados a la inoperancia del Estado y la impunidad de los victimarios, refleja un escabroso panorama donde pese a las escalofriantes cifras nadie actúa para detener la violencia de género.

El 8 de marzo es reconocido internacionalmente como el Día la Mujer, que tiene como objeto reconocer la lucha histórica de las mujeres por establecer derechos igualitarios, que tiene el antecedente histórico trágico de aquel 8 de marzo de 1908 cuando 129 mujeres trabajadoras de la fábrica Cotton de Nueva York, Estados Unidos, se declararan en huelga para exigir la disminución de la jornada laboral a 10 horas; la respuesta del dueño de la fábrica fue cerrar las puertas del edificio, acto seguido un incendio cobró la vida de estas 129 heroínas.

La violencia de género nace del patriarcado

El sistema capitalista nos ha impuesto la exclusión y el empobrecimiento como mecanismo para garantizar los beneficios y privilegios de una élite minoritaria, además asigna al hombre el rol de supremacía generando estructuras sociales de discriminación y violencia; durante décadas las mujeres han sido relegadas y coartadas por su condición de género, subordinación y segregación que se acrecienta si además de ser mujer perteneces a una minoría étnica o a los sectores más excluidos.

La violencia contra la mujer es multidimensional y no siempre desencadena en un feminicidio [1], sin embargo, la violencia de género es responsabilidad directa del Estado y constituye un atentado contra el futuro de los pueblos, toda vez que existe una violación sistemática de los derechos económicos, sociales y culturales, que implica el empobrecimiento, desempleo, desplazamiento, violencia y muerte, siendo la mujer la más afectada.

La desigualdad entre mujeres y hombres conlleva a la exclusión de la mujer, Jayati Ghosh miembro del Consejo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que, «el acceso desigual a ingresos y oportunidades no solo crea sociedades injustas, enfermas e infelices, sino que también mata a personas« [2].

El desempleo en Colombia afecta principalmente a las mujeres, en enero la Tasa de desempleo para los hombres fue del 11,2 por ciento mientras para las mujeres fue de 19,4 por ciento, 8,2 puntos porcentuales por encima [3].

La violencia de género una huella imborrable

La violencia contra la mujer en el caso de América Latina afecta a una de cada tres mujeres y tiene consecuencias profundas para la salud física y mental de las sobrevivientes; según datos de Medicina Legal en 2021 en Colombia perpetraron 26 mil muertes violentas, de las cuales 3.290 son de mujeres y de estas solo 106 se tipificaron como feminicidio [4].

Según el Informe anual de la Fundación Feminicidios Colombia (FFC) durante el 2021 perpetraron 622 feminicidios, de los cuales 55 fueron perpetrados en mujeres menores de 18 años, 17 eran mujeres trans, y el 40 por ciento de las víctimas eran madres que dejaron 268 niños huérfanos; en los últimos cuatro años en el país han perpetrado 2.492 feminicidios, y en los dos primeros meses de este año se han registrado 48 feminicidios, un feminicidio cada dos días [5].

La Directora de la Fundación Feminicidios Colombia afirma que, “en Colombia se ha normalizado que maten a las mujeres, no se reacciona, incluso cuando se trata de feminicidios de niñas, ante esas noticias la gente sigue normal, cuando matan a una mujer no pasa nada” [6].

Cambiar el chip

Producto de las arduas gestas que han librado las mujeres durante décadas, en el mundo se han producido algunos avances en relación con los Derechos Humanos de las mujeres y la igualdad de género; sin embargo, la inequidad de género sigue siendo abismal y los Estados continúan sin asumir políticas que dignifiquen a la mujer y le restablezca plenamente sus derechos.

El análisis de la violencia contra las mujeres debe superar el ámbito privado, familiar y pasional, para entenderse como consecuencia del sistema, un instrumento de intimidación contra las comunidades que se resisten a los procesos desarrollistas; trascender la reflexión de lo pasional exige un contraste del contexto en que mueren las mujeres, haciendo urgente pensar la violencia contra las mujeres como una estrategia de preservación de los proyectos de acumulación global del capital.