¡ALAMBRE!

¡ALAMBRE!

Karina Pacheco

La falta de oportunidades convirtió el rebusque en la única opción viable para llevar la ‘papita’ a la casa; por esto en el caos cotidiano de la jungla de cemento, el arte callejero y el rebusque multifacético están a la orden del día.

En la jungla de cemento las oportunidades de empleo y educación son reservadas para los que nacieron en ‘cuna de oro’ y otros pocos que ‘empeñan hasta la camisa’ para poder abrirse camino en las costosas universidades, los demás se convierten en estudiantes de la calle y la vida, donde el día les enseña a sobrevivir y a hacer gala de cualquier dote o habilidad, para lograr subsistir en esta jungla hostil.

El temido y caótico centro de la gran ciudad alberga diferentes entornos que, aunque son disímiles cohabitan entre sí, en el corazón de este caótico ecosistema en una de sus esquinas sobresale un trapito en la calle, donde reposan un rollo de alambre y a su lado diferentes figuras hechas a mano tras horas de moldear con paciencia y amor el alambre, las libélulas, los árboles de cerezo, la bicicletas y muchas otras esculturas, son verdaderas obras de arte que llaman la atención de los transeúntes.

En medio de la calle está Mauricio, un artesano de profesión con 25 años de experiencia que tras ser despedido de una boutique donde esculpía joyas que valían miles, se cansó de buscar empleo y no conseguir un préstamo que le permitiera tener su propio taller; pero como el hambre y la necesidad apremian y no dan espera, volteó a mirar un rollo de alambre dulce con la que tendían los tenderos de ropa de su humilde casa, y pinzas en mano empezó a hacer su arte y a darle vida a pequeñas esculturas. -“Aunque en muchas ocasiones los artesanos tengamos como enemiga a la policía, que nos persigue, nos quita las cosas y nos ultraja, no puedo negar que la calle es mi oficina, mi vitrina, pero sobre todo es mi inspiración y a la que le debo todo lo que soy”-.

Mauricio es de tradición artesano y gracias a esta le ha dado de comer a su familia y les ha suministrado lo básico, no gana millones, pero es feliz y ya sus obras son reconocidas en el argot popular de la jungla de cemento, incluso en ocasiones toma sus pinzas y su alambre y va a ciudades cercanas a mostrar su arte.

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