‘LOS CAUDILLOS’

Damaris Izaguirre
Colombia es un país caudillista, que espera que un candidato solucione todos los problemas, sin producir cambios estructurales en el sistema y el modelo; por esto el régimen se perpetúa en el poder, mientras continua el hambre y la miseria en nuestro territorio.
Petro desde su incorporación a la vida política se ha presentado como una alternativa al régimen, lo que le permitió simpatía entre la clase popular, hecho que sabido instrumentalizar hasta el punto de conseguir el respaldo necesario para instaurar un supuesto gobierno progresista, dedicado a edificar ‘castillos de humo’, desvanecidos en el aire en tres años de su administración, porque no ha logrado cumplir la principal de sus promesas, el ADN de su supuesta propuesta política, como es deslindarse del régimen, romper con la subordinación al Tío Sam y deponer la Doctrina de Seguridad Nacional.
El principal detractor del cambio, es que Petro se ha negado a depurar su círculo de colaboradores y continúa sosteniendo representantes del régimen, como el camaleón Armando Bendetti, a quien recientemente le entregó el Ministerio del Interior, aunque todos en coro digan que este personaje funesto no representa el proyecto político, al que el Estallido Social le entrego el estandarte del cambio. La continuidad de los nexos con el régimen la justifican con la falacia de construir gobernabilidad, supuesto que no ha funcionado y que jamás funcionará, porque el régimen siempre defenderá los intereses de la élite y el sostenimiento del statu quo, lo cual dista de los intereses legítimos de la clase popular, ¿a quién apoyará Petro, al pueblo o al régimen?, ¿Petro traicionó los intereses del pueblo?
Los hechos son muestra irrefutable de que este Gobierno no está en la capacidad de desobedecer las órdenes del Tío Sam y por eso facilita el remozamiento del régimen; en otras palabras, el Gobierno del Cambio traicionó a la clase popular y solo nos brinda un cambio retórico, acciones cosméticas que embalsaman la pobreza y desigualdad, pero que no transforman la realidad de los colombianos; los cambios deben ser sustanciales, tangibles y solo vendrán de la mano de la unidad popular y la lucha determinada de los excluidos, todos dispuestos a enfrentar una batalla que transformé la sociedad de manera igualitaria y deponga un sistema que solo favorece al uno por ciento de la población.