LECCIONES MARTIANAS PARA LUCHAR POR LA SOBERANÍA

Amalia Santana
Los hechos recientes hicieron coincidir la conmemoración del natalicio 172 del héroe latinoamericano, José Martí, con la arremetida imperialista del gobierno de Trump contra los pueblos de América Latina.
Las imágenes de deportaciones masivas, amenazas anexionistas y guerras comerciales reavivaron, en intelectuales y opinadores, dos categorías que sectores progresistas y políticos de nuestro tiempo han dejado en el desuso, por considerarlas anacrónicas y superadas: la soberanía y la lucha antiimperialista.
El Gobierno de Trump desde antes de su posesión, inició una cruzada imperial que amenaza a todo el mundo. La respuesta de los pueblos de la región ha sido unánime en rechazo a estas medidas. Es ahora, cuando algunos gobiernos vuelven a hablar de soberanía, luego que han permitido en los últimos años, el fortalecimiento de Bases Militares gringas en nuestros territorios, permitiendo que el Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos se paseé por Argentina, Chile, Ecuador, Colombia y Panamá fortaleciendo su agenda intervencionista. Vale la pena entonces desempolvar este concepto, al que nos hemos referido como la autoridad “suprema” sobre un territorio.
La definición moderna y occidental de la soberanía nos remite al tratado de Westfalia (1648) en el que tras guerras político-religiosas entre grandes potencias europeas de la época, los Estados acordaron respetar el poder supremo de las monarquías sobre sus territorios. Se derivan de estos hechos los principios de no intervención e igualdad soberana de los Estados, que regulan las relaciones internacionales hasta nuestros días y que conocemos como la soberanía estatal.
Este concepto general y limitado, en el que la soberanía se ejerce desde la autoridad de los gobernantes, príncipes y papas, fue ampliado en la Revolución Francesa por el de ‘soberanía nacional’, para incluir a todo el grupo que conforma la nación en el sujeto de autoridad sobre el territorio.
Pero Martí fue más allá de estas ideas. Con su ejemplo revolucionario y lucha independentista por la libertad de Cuba y las Antillas, nos ha legado varias lecciones para librar una lucha que no le corresponde solo a los gobiernos, sino especialmente a nuestros pueblos:
- Martí nos enseñó que la soberanía no es un discurso, sino que es una práctica política revolucionaria que se ejerce sobre el territorio. Que está determinada por hechos concretos, hacen que esta sea reconocida incluso por los demás pueblos del mundo.
- Existe una relación complementaria entre soberanía, libertad y autonomía. Para Martí la libertad y autonomía se construyen en lo individual y lo colectivo; los seres humanos debemos liberarnos de patrones hegemónicos y convencionales, de vicios y de egoísmos para ser libres, de todo lo que impida el crecimiento de la humanidad. Solo así será genuina nuestra lucha contra la tiranía del imperialismo y el colonialismo, quienes a su vez impiden el desarrollo libre de las personas y la humanidad.
Es así que nuestra lucha por la soberanía hoy debe ser una lucha contra el autoritarismo, contra las extremas derechas fascistas, que impiden las libertades de los seres humanos. Las libertades para el desarrollo de nuestros pueblos, para establecernos con dignidad en el lugar de la tierra que decidamos, para establecer relaciones económicas y justas con otros pueblos.
- Los valores de la soberanía son el amor y la dignidad. Nadie está dispuesto a luchar por lo que no ama, es el amor por la humanidad lo que nos mueve a defenderla y a desarrollar la fuerza moral de los hombres y mujeres, para transformar y construir sociedades libres. A esa fuerza moral que nos conduce a luchar contra las injusticias Martí le llamó dignidad.
- La antítesis de la soberanía es la dependencia. Sin independencia económica, política y cultural, la soberanía no es más que una ilusión; mientras existan Estados con derechos sobre nuestros territorios, con capacidad para los chantajes y amenazas comerciales, mientras sigamos aceptando el intervencionismo extranjero, no seremos soberanas.
- La soberanía no existe de manera individual: para construirla y proteger la propia, es preciso luchar y proteger la soberanía de los demás, esto nos enseñó Martí en su lucha por la independencia de Cuba, Puerto Rico y las Antillas. Decidirnos a luchar por la soberanía es decidirnos a la construcción de un proyecto nuestroamericano, no podemos defender nuestra soberanía mientras cohonestamos con la invasión a los vecinos o no reconocemos su propia soberanía.
La integración y solidaridad regional son condiciones para liberarnos del imperialismo y el colonialismo, la ausencia de mecanismos de integración regional en América Latina es una gran debilidad de la que Trump se aprovecha hoy.
- La soberanía es de los pueblos: Los soberanos no son los Estados ni sus gobernantes, nos convoca la construcción de una soberanía popular democrática, en la que todos y todas construyamos el proyecto de nueva nación desde los valores que nos propuso Martí: amor, dignidad y libertad para nuestro pueblo.