NO ES TRUMP, ES EL TÍO SAM

Damaris Izaguirre
El discurso de posesión de Donald Trump 2.0, deja claro que le apostará a reavivar una política que no es de Estado sino de imperio, no se trata de un reyezuelo con complejo de führer, sino de un personaje que encarna la política imperial del Tío Sam.
La posesión de Trump en la Presidencia de Estados Unidos (EEUU), en sí misma no representa mayores cambios en la política imperial del Tío Sam; no es Trump quien determina la política imperial de EEUU, su llegada representa una intensificación del intervencionismo y el injerencismo del Tío Sam, pero no modifica en lo más mínimo la estrategia de reposicionar un imperio en decadencia; Trump genera matices y particularidades pero no implanta políticas nuevas, la Doctrina Monroe, la Doctrina de la Seguridad Nacional impuesta desde 1947, y la fracasada Guerra contra las drogas impuesta por Nixon, siguen siendo las mismas desde sus orígenes, su esencia jamás muta y por el contrario se hacen crudas, extremistas y más solapadas.
Las amenazas de Trump de retomar el control del Canal de Panamá más allá de develar la implantación de una Doctrina Monroe 2.0, refleja la decadencia económica y política de EEUU, que cada vez más le cuesta competir en libre mercado contra potencias emergentes en especial con China, con quien no solo mantiene una guerra comercial y tecnológica, sino que en el fondo enfrenta una disputa sobre el orden mundial. Cuando su hegemonía imperial viene en decadencia, recrudece el dominio sobre su mal llamado “patio trasero”, donde la persistencia de Gobiernos vasallos le permite creerse aún imperio, pese a que en esta su ‘esfera de influencia’ también otras potencias le empiezan a disputar su hegemonía.
El intervencionismo del Tío Sam en la política interna y autonomía de los pueblos, en especial en los de América Latina, impulsa su Doctrina de Seguridad Nacional, que considera Enemigo Interno a todo aquel que tenga contradicciones políticas con el régimen, que debe ser perseguido y exterminado sin importar el medio o el método que se utilice. En América Latina ya dejó claro quiénes serán los pajes y aliados serviles a su política de remozamiento de un imperio decadente, donde Gobiernos de derecha como los de Milei y Bukele, serán la piedra angular de una política que pretende evitar la expansión de china, en lo que el Tío Sam considera que son sus colonias históricas; pero también enfrenta a Gobiernos que no encajan en su esquema imperial como es el caso de Venezuela, y por eso los atacará con dureza, pero no de frente sino a través de sus esbirros.
A nivel interno EEUU tiene grandes problemáticas que resolver, pobreza extrema, crisis del sistema de salud, migración creciente, inflación y deuda externa, armamentismo en la población civil, entre otras; sin embargo, hacen caso omiso de ellos y estos llevan décadas sin ser tratados. Y no es cuestión de Partidos porque ni Demócratas ni Republicanos han hecho nada para mitigarlos; más bien, es cuestión de geopolítica y geoestrategia, prefieren invertir tiempo y recursos en apuntalarse como el imperio hegemónico que dice “que se hace y que no se hace”, así tengan ‘el rancho en llamas’ y a punto de calcinarse por falta de agua.
Desde que los EEUU asumieron el rol como imperio hegemónico, han traído la desgracia y la miseria a los pueblos que resisten su dominio, es algo que no cambiará sin importar quién asuma la presidencia, porque el rol de EEUU no está determinado por los Gobiernos sino por un régimen global de dominación, que impone y determina un tal ‘orden basado en reglas’, puestas al servicio de sus intereses imperialistas. EEUU es el máximo representante del terrorismo en la era moderna, y está en manos de la lucha de los pueblos quitarle su careta y acabar con sus planes imperialistas.