MANIPULAR LA OPINIÓN ES CORRUPCIÓN

MANIPULAR LA OPINIÓN ES CORRUPCIÓN

Sergio Torres

Mentir de forma deliberada y tendenciosa, para manipular y someter a grandes grupos poblacionales, es uno de los actos de corrupción más constantes y normalizados, que perpetran los grandes medios de comunicación, en beneficio de los megarricos nacionales y extranjeros.

Manipulan sobre todo en épocas electorales, en donde la intención de llegar o conservar el poder impulsa, sin ningún asco, la construcción de narrativas falsas, realmente: criminales. Y el mejor vehículo para ello son los grandes medios de la infamia.

Fábricas de consentimiento

Con Gramsci y Althusser entendimos la utilización y el desarrollo de grandes aparatos diseñados y dispuestos para el sostenimiento de ideas, construcción de hegemonía y, por esa vía, lograr el consentimiento y sometimiento masivo. La comunicación en ese diseño pasó a ocupar un sitial de privilegio y a convertirse en un escenario imprescindible para los poderosos y su hegemonismo.

Hoy, con la explosión tecnológica y el desarrollo de las redes virtuales, la cantidad de información y de comunicación es absurdamente grande. Generando nuevas construcciones, escenarios y mentalidades, manteniendo la misma base intencional de lograr la hegemonía. Sometiendo a la humanidad, sin ningún tipo de asco, ética ni moral, con enormes cantidades de información manipulada y falsa. En contextos de guerra, Estados frágiles, inexistentes o profundamente desiguales, esto se convierte en una verdadera arma de guerra, tan brutal que no asesina directamente, pero moviliza las muertes, incluso de manera masiva y lenta.

Los dueños del altavoz

Como si ya fuese una norma, las grandes cadenas comunicativas son propiedad de enormes y poderosas corporaciones, a nivel local, regional y mundial. Todos los grandes conglomerados corporativos tienen dentro de sus principales propiedades, grandes empresas de comunicación e información. Esta privatización de los medios de comunicación lógicamente imprime toda la carga de intención a lo que se difunde. Es decir, los poderosos capitalistas difunden y manipulan las comunicaciones acorde a sus intereses. Retomando el viejo esquema de la comunicación hegemónica en la que los públicos son tratados como recipientes, que se llenan con la información que les emiten. No hay retroalimentación, no hay confirmación, no hay veracidad, no hay rigor.

Ahora, esto ya no es un secreto; la mayoría de las personas conocen, aunque sea un poco, quiénes son los propietarios de los medios y qué tipo de información les están arrojando. Igual, se consumen con voracidad sus contenidos y terminan actuando y opinando de acuerdo con lo que les han dictado. Más aún cuando estos medios corporativos se especializan en técnicas de manipulación, acrecentándole la dificultad a las mayorías para discernir y separar información falsa o manipulada. Con ello, la poderosa arma empieza a garantizar el sostenimiento del poder político imperante, y así el mantenimiento de un sistema de explotación, corrupción y exclusión.

Con el aparato dispuesto, económicamente fuerte y políticamente sostenido, la construcción de narrativas basadas en la mentira y el engaño se desliza con facilidad y constancia. Las matrices impuestas no requieren pruebas. Basta con lanzarlas la cantidad de veces necesarias y por una amplia gama de diferentes canales; se instalan como supuestas verdades incuestionables, cuando son solo una mentira de interés para los poderosos, capaces de poner a las ovejas a que elijan y defiendan a los lobos.

Si hay remedio

El derecho a una información veraz, consagrado en la Constitución nacional y en acuerdos internacionales, es tan violentado que ya pocos se acuerdan de que es un derecho. El periodismo, que debiera ser su principal defensor, se ha convertido en su primer violador; los y las periodistas son los operadores de esa arma de destrucción masiva, que son los medios de comunicación corporativos. Al replicar las matrices y narrativas, por imposición o por convicción, están manteniendo y condenando países enteros a la violencia. Ya que la manipulación y la falsa información apuntan al sostenimiento de la pobreza y las desigualdades, principales causas de la guerra.

Para confrontar este monstruo manipulador son importantes las batallas por la información, que ya se están dando. La utilización de la tecnología, aunque abismalmente desigual, permite dar peleas y confrontar defendiendo la verdad y el rigor. Es una guerra de guerrillas en el marco de las comunicaciones y la información, obviamente asimétrica como toda guerra contra los imperios y el sistema dominante.

La capacidad de organizarse y actuar de manera unitaria, no necesariamente bajo una ideología, pero sí bajo unos criterios de rigor y veracidad, será fundamental para lograr avances en libertad de información. Con una combinación de formas y expresiones, al igual que las múltiples formas de asumir la lucha por la emancipación. Se trata de encontrarnos en la construcción de un mundo distinto, con bienestar, autodeterminación y vida digna para las mayorías; en ello el papel de una nueva comunicación popular y alternativa es imprescindible.

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