URGE TRANSFORMAR LA DOCTRINA ANTE LA DEGRADACIÓN DE LA GUERRA
Amalia Santana
El accionar militar del actual gobierno es igual de errático que su política de paz. Mientras que la llamada política de Paz Total benefició a las bandas narcopalimitares exfarc, otorgándoles reconocimiento político, cohesión y visibilidad.
Hoy el gobierno, en cabeza de un Ministro de Defensa militar, no encuentra otra manera de enfrentarlas esas bandas, que no sea implementando el terror de Estado, representado en bombardeos en los que asesinan niños y niñas.
Si bien el ELN ha sido claro en rechazar el reconocimiento político que el actual gobierno le ha dado en su momento a estas bandas, así como en denunciar su carácter neoparamilitar y la inexistencia de cualquier motivación política insurgente en su accionar criminal; nada puede justificar acciones de guerra indiscriminadas y degradadas como los bombardeos. Máxime cuando estas vienen de un gobierno elegido con los anhelos de paz del pueblo colombiano. Ante estos hechos no podemos actuar a conveniencia, ni desconociendo que en la raíz de nuestro proyecto de país no está la venganza ni el exterminio, sino la valoración de la vida y la humanidad.
No deja de ser contradictorio que, un gobierno que con claridad y vehemencia denuncia los bombardeos de las fuerzas militares de EEUU en el Caribe, acuda a estrategias violatorias del DIH para bombardear a niños y niñas en Colombia. No es adoptando y manteniendo la Doctrina Militar impuesta por los EEUU durante décadas en América Latina, ni con sus mismas estrategias, como se vence al enemigo. Ante la crueldad de la guerra, y frente a un enemigo que se debe combatir, el propósito realmente humanista y revolucionario, será vencerlo sin pretender su exterminio ni su deshumanización. Se equivoca el presidente Petro.
Y es que mientras en las conferencias mundiales y en las redes sociales él habla muy fuerte en contra del gobierno de Trump, con las acciones de la última semana vemos como Colombia continúa subordinada militarmente a los EEUU. El propio Ministro de Defensa ha reconocido que acciones como estos bombardeos, los continúan desarrollando con apoyo militar y de inteligencia de los EEUU, mientras la Casa Blanca ofrece públicamente recompensas por hechos ocurridos en territorio colombiano, como en el caso del helicóptero derribado en Antioquia. La subordinación es evidente.
Es lamentable además, que esta discusión que nos debe convocar a todas las fuerzas involucradas en el conflicto interno, se limite a un simple asunto de normas y a una discusión jurídica; olvidando la tragedia que para el pueblo colombiano significa esta guerra, especialmente para las comunidades pobres, para las mujeres, para los niños y las niñas. Sin ninguna consideración humana el Ministro militar se atreve a asegurar, amañando normas y códigos de guerra, que “quien se involucra en las hostilidades pierde toda protección”, lo que no es cierto en el marco del DIH, pero sobre todo es una total falta de humanidad.
Como antes, hoy podemos evidenciar que estas sangrientas operaciones militares no generan los resultados prometidos. No han sido víctimas de ellas ni alias Mordisco en el Guaviare, ni alias Medina en Arauca. No dejan de ser espectáculos de muerte que pretenden dar la sensación de combatir a los grupos armados, para congraciarse con las fuerzas del régimen y del imperialismo gringo. El miedo y el terror no pueden seguir siendo el pegamento de esta sociedad, incluso en la guerra, deben primar los valores y principios que defiendan la vida y la condición humana. Sí, incluso en la guerra es cuando más humanos debemos ser.