DISCURSO Y COHERENCIA

DISCURSO Y COHERENCIA

Amalia Santana

El mundo acaba de asistir con atención a la 80 Asamblea General de la ONU. El interés central estaba puesto en las declaraciones y manifestaciones a favor de la creación del Estado palestino y en el rechazo al genocidio que adelantan Estados Unidos e Israel.

Entre esas declaraciones estuvo la del presidente Gustavo Petro, quien por cerca de 40 minutos prolongó un discurso con centro en la soberanía, que ya había iniciado un par de semanas, atrás con motivo de la no certificación en la Guerra contra las drogas, por parte de los EEUU.

Algunas verdades dijo Petro en esta Asamblea. Todas ellas son parte del arsenal de realidades del mundo y el sentido de la verdad, al que las criminales imposiciones y el totalitarismo imperialista han pretendido acallar. En tal sentido, es por lo menos importante y positivo que, así la ONU brille por su inoperancia, se escuchen allí verdades como: el total fracaso de la guerra gringa contra las drogas; la convivencia de EEUU con los capos del narcotráfico; aceptar que Colombia es un narcoestado y que los representantes del régimen dentro del Estado colombiano están aliados a las mafias narcotraficantes; y, por supuesto, que se enrostre a la ONU por ser un ente inocuo, que no debe permitir un día más el genocidio en Gaza y tiene la obligación de hacer respetar los tribunales y el derecho internacional.

Ahora bien, pronunciado el discurso viene su relación con la realidad nacional. Y es aquí donde el desencanto vuelve a pesar, surgiendo varias dudas sobre el interés genuino de lo dicho, susceptible de solo ser parte de una apuesta mediática para desviar atenciones. Pues, como dicen las comunidades indígenas: ‘La palabra sin acción es vacía, la acción sin palabra es ciega, la palabra y la acción por fuera del espíritu de la comunidad son la muerte’.

En coherencia con su discurso el gobierno Petro debería desligarse de las bandas narcoparamilitares, a las cuales continúa reconociendo y reciclando. Es un contrasentido denunciar el narcoestado colombiano y al mismo tiempo darle reconocimiento al clan del golfo, principal cartel narcotraficante. Es una contradicción denunciar la amenaza imperialista contra la región y a la vez proteger e impulsar estas bandas en la frontera con Venezuela, asumiendo la guerra proxy impuesta por EEUU. No es coherente hablar de soberanía nacional, llamar a los militares gringos a la desobediencia, pero mantener sus Bases Militares en Colombia. Tampoco es coherente hablar de paz y diálogo, pero cometer el delito de perfidia contra su contraparte, y peor aún, no asumir el error ni intentar enmendarlo.

El ELN desde hace décadas ha señalado muchos de estos problemas, están consignados en la Agenda de México y en el Acuerdo 28 sobre participación de la sociedad. Nos encontramos con tales verdades dichas por Petro en la ONU, pero también en la necesidad de materializar dichas palabras, en la coherencia que reclama el discurso.

Reiteramos que el pueblo colombiano puede contar con el ELN, en la búsqueda de la solución política y el diálogo para construir la paz. Retomar los dos grandes Acuerdos construidos y firmados por el Estado, para que sea la sociedad la que participe en el proceso de construcción de la paz.

Estamos de acuerdo en que la salida es política, para ello los Acuerdos deben cumplirse, como lo dicta el Derecho Internacional. Tal como se expresó en la Asamblea de la ONU, el mundo no debe regirse por las reglas de los poderosos, sino por las que se instituyan entre todos los pueblos. En Colombia, reglas que cumplan las élites y que cumplan las mayorías; esta es la salida para arreglar los problemas.

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