EUROPA, SUBORDINADA Y MENOSPRECIADA

EUROPA, SUBORDINADA Y MENOSPRECIADA

Anaís Serrano

Por aquello de que las primeras batallas que deben darse son las que puedan generar una victoria fácil, Donald Trump logró, luego de insultos, intimidaciones y humillaciones, imponer sus aranceles y ventajas, subordinando una vez más a Europa de la cual decía, que era ‘su madre’.

El crecimiento acelerado del capitalismo en Estados Unidos convirtió a ese país a finales del siglo XIX, en una potencia capaz de competir con las principales economías europeas. Contra ellas había creado en 1823 su famosa Doctrina Monroe para dejarles claro que, en cumplimiento de su ‘Destino Manifiesto’ o mandato divino, solo los Estados Unidos tenían derecho a robar territorio, fuerza de trabajo y riquezas en Nuestra América.

La nueva conquista del viejo mundo

La entrada triunfal de EEUU en la Primera (1914-1919) y Segunda Guerra Mundial (1939-1945), consolidó su imagen de superpotencia militar. El posterior endeudamiento de 16 países europeos gracias a un programa de créditos para la supuesta recuperación económica, conocido como el Plan Marshall, convirtió a EEUU en el amo definitivo de un continente devastado por las cruentas guerras.

El poder absoluto del dólar afianzado sobre todo luego de la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods en 1971, y el desplome de su rival la Unión Soviética en 1991, terminó de consolidar la hegemonía del imperio anglosajón, a la cabeza de lo que denominan el Occidente o Norte Global, potencias fortalecidas por la globalización neoliberal y resguardadas por sucesivas oleadas de guerras imperialistas.

Luego de un cuarto de siglo de expandir la OTAN hacia el oriente, este ejército imperialista comandado por los Estados Unidos, en 2022 entra en guerra con la Federación Rusa y entre sus primeras acciones logró cortar el suministro de gas natural ruso, rompiendo la estabilidad económica de la Unión Europea y del Reino Unido, creando las condiciones para abrir jugosos negocios para EEUU.

Amenaza para lograr ventaja económica

Trump luego de amenazar con la imposición de un 30 por ciento de impuestos a los productos que EEUU importa de la Unión Europea -que afectaría el mercado de automóviles, semiconductores y productos farmacéuticos-, logró un acuerdo con Úrsula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, según el cual estos aranceles se reducirían a la mitad, a cambio de que Europa compre energía a EEUU por 750.000 millones de dólares y 600.000 millones de dólares en equipamiento militar. Como Europa aún no cumple su parte del trato, el prepotente multimillonario estadounidense amenazó con elevar dichos aranceles a un 35 por ciento si no cumplen lo acordado.

Otros países que no forman parte de la Unión Europea, como Suiza, ya están sometidos ahora con aranceles del 39 por ciento. Mantiene a la que llama su ‘madre patria’, el Reino Unido, con un 10 por ciento de impuestos; aunque la guerra arancelaria desatada por el fanfarrón de la Casa Blanca, ha llegado a cifras ridículas incluso contra países siempre subordinados a sus intereses.

Llama la atención ver a las soberbias potencias europeas -cuya riqueza acumularon gracias al robo y la violencia más sangrienta contra los pueblos de Nuestra América, África y Asia-, inclinar ahora la cabeza para aceptar con resignación todas las imposiciones, que le han venido imponiendo desde Washington. Fieras inclementes, cuando se trata de nuestros pueblos, mansos corderos cuando están ante un emperador arrogante.

A mayor subordinación, mayor menosprecio

El patán de la Casa Blanca, está decidido a consolidarse como el “amo y salvador” del mundo, y para eso ha venido en una ascendente carrera para ganarse, cómo lo cree merecer, el ansiado Nobel de la paz. Inspira guerras financieras, guerras cognitivas, fortalece militarmente a sus vasallos, y luego entra triunfante como el supermán que logra frenar las confrontaciones militares, en las que siempre se encuentra en las sombras.

La última jugada de Trump, luego de imponer los impuestos, la compra de energía y de armas, es aislar a la subordinada Europa de las negociaciones con la Federación Rusa para, según su retórica, acabar con la guerra entre Moscú y Kiev. Estos diálogos y negociaciones con Rusia, se llevarán a cabo en territorio norteamericano, en la antigua península rusa de Alaska.

A este encuentro no fueron invitados ni la Unión Europea, ni Reino Unido y ni siquiera el tal presidente de Ucrania. Esto, por supuesto, ha sido visto en el viejo continente como un acto fuera de toda lógica, pues creen que Europa debe estar en el ‘reparto de la tajada’. Mientras Ucrania no quiere terminar de aceptar, que la guerra la tiene perdida y que mantenerla solo logrará desintegrar más su propio territorio.

Zelenski en un intento por mostrar algo de orgullo y mantener sus arcas llenas -por el alto grado de corrupción demostrada en medio del conflicto-, ha convocado a las principales potencias europeas, para que se manifiesten en contra de las negociaciones que están preparando en Alaska, a la vez que Europa insiste en qué su participación allí es imprescindible. Pero Trump ya decidió. Europa necesita de Estados Unidos, no al contrario. No serán convocados y, por tanto, intentarán boicotear de una y mil formas las negociaciones; de hecho, ya comenzaron a fortalecer las acciones encubiertas desde Ucrania para generar actos de sabotaje y terrorismo en territorio ruso. Moscú lo sabe, se defiende y actúa.

La élite europea, completamente sumisa con Washington, es, por el contrario, represiva y prepotente con sus propios pueblos. El siglo XXI parece encontrar al viejo continente cerca de convertirse en la estrella 51 de la bandera estadounidense. Destino fatal del que solo podrán salvarla sus pueblos que, aunque hoy están de nuevo endeudados y depauperados, parecen no entender la gravedad del momento histórico en el que se encuentran.

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