25N: LA VIOLENCIA ES ESTRUCTURAL

Dioselina Forero

Desafortunadamente la violencia contra la mujer es histórica y no se reduce a los episodios de violencia física que se ejerce en nuestra contra; es diaria, casi que constante, multicausal y lo que es peor, los Estados no actúan para abolirla y la sociedad la naturalizó.

El régimen en connivencia con los medios de comunicación ha construido la narrativa de que la violencia contra la mujer física, verbal o sicológica y es solo cuestión de individuos. Este falaz concepto lo refuerzan con estadísticas sobre el incremento de los feminicidios, desde luego, estos son abominables y un fenómeno creciente que se gesta a la sombra de un gobierno impávido que no toma medidas de fondo contra este flagelo. Uno de los llamados a tomar cartas en el asunto sería el recientemente creado Ministerio de la Igualdad, que resultó ser un elefante blanco, un estamento burocrático más que desangra el erario, pero que no resuelve la exclusión y la desigualdad reinante en el país, incluyendo el asesinato selectivo por el hecho de ser mujer.

La principal violencia que sufre la mujer pasa inadvertida y ni siquiera se considera como tal, no es otra, que la pobreza a las que son sometidas millones de mujeres en el país, si bien esto es un fenómeno que aqueja a gran parte de la sociedad colombiana, ataca con más fuerza a las mujeres marginándolas y excluyéndolas aún más; no es lo mismo estar en lo cordones de miseria siendo hombre que siendo mujer, por el hecho de ser mujeres, en hambre y la miseria nos ataca doblemente y nos arroja a situaciones de indignidad que nos dejan aún más vulnerables.

El nuevo gobierno dentro de sus banderas de campaña se comprometió a defender con mayor fuerza los intereses y derechos de las mujeres en especial las que están en situación de vulnerabilidad; sin embargo, los hechos demuestran que no fue más que un eslogan de campaña para captar el voto femenino, en otras palabras, la instrumentalización del drama y la segregación que padecemos a diario las mujeres.

Las mujeres debemos romper el pensamiento de “princesa” -esperar en la torre a que el príncipe nos rescate-, para pasar al de guerreras que se empoderan y toman en sus manos sus luchas y construyen mancomunadamente con los hombres los cambios sociales, porque no es un problema de géneros, sino una disputa de clases sociales.

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