Omaira Sáchica

Cada día son más evidentes los estragos del cambio climático sobre el medioambiente, por ejemplo, el bioma amazónico, estratégico para el equilibrio ambiental mundial, padece una sequía sin precedentes que amenaza de muerte a todas las especies que lo habitan.

El río Amazonas nace en Perú en la cordillera andina a 6.600 metros sobre el nivel del mar (msnm), tiene una extensión de 6.400 kilómetros (km), una cuenca hidrográfica de 7,05 millones de km cuadrados (km²), un caudal de 209.000 metros cúbicos por segundo (m³/s), está en 9 países (Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guayana, Surinam y Guayana Francesa) y alberga alrededor de 3.000 especies (conocidas hasta ahora) de peces, de las cuales el 63,3 por ciento son endémicas.

La ola de calor que afectó a América Latina en pleno invierno austral elevó las temperaturas en casi 4,3 grados centígrados, lo que ha ocasionado una sequía sin precedentes en el bioma amazónico. El 6 de octubre el lago Puraquequara (Manaos, Brasil) en pleno corazón de la Amazonía, donde funcionaba históricamente un caserío flotante se secó y dejo varadas decenas de embarcaciones.

Esta sequia se ha extendido a más afluentes y llevó a que el 10 de octubre la Agencia Nacional de Aguas de Brasil (ANA) declarara en situación crítica al río Madeira, el más largo e importante afluente del río Amazonas. Hasta hace poco se tildaría de absurdo hablar de grandes sequías en el río Amazonas, sin embargo, los efectos del cambio climático son implacables, porque está acercándose aceleradamente a un punto de no retorno.

El bioma amazónico dada su biodiversidad y su extenso bosque tropical, es indispensable en la mitigación de los principales Gases de Efecto Invernadero, principalmente el dióxido de carbono (CO2); pero, la deforestación y expoliación desmesurada de sus bienes naturales impulsada por el capitalismo, tiene al borde del colapso muchas especies que lo habitan y el ecosistema amazónico en su conjunto sufre una acelerada degradación.

Esta tragedia ambiental nos obliga dejar a un lado las medidas demagógicas proferidas en convenciones como la COP, y tomar acciones estructurales que realmente mitiguen el cambio climático, de lo contrario el planeta, incluyendo la especie humana, está condenado a perecer.

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