EL DIH REGULA LA GUERRA, ¿PROMUEVE LA PAZ?
Violeta Arango
El Derecho Internacional Humanitario (DIH) consiste en una serie de normas para limitar los medios que se usan en la Guerra, en el intento de reducir sufrimientos y destrozos innecesarios.
El DIH no es una normativa que pretenda dar fin o solución a los conflictos, así como tampoco hace valoraciones sobre los fines de los contendientes en conflicto bélico. Siendo así, es una normativa encaminada a regular los medios que se utilizan para evitar sufrimientos innecesarios.
Tampoco es posible entender el DIH como una legislación que promueva la paz, es una legislación que busca implementar mínimos de respeto entre las partes en confrontación. Sin embargo, su aplicación real es muy limitada, a pesar de la adhesión a los Convenios que lo componen por parte de un gran número de países alrededor del mundo, pues se ha quedado corto a la hora de interpretar los conflictos armados en la actualidad.
Hay principios fundamentales en el DIH como la Distinción y la Proporcionalidad, que son ampliamente irrespetados por los Estados del mundo adscritos. En el caso colombiano, la estrategia de guerra rompe con ambos principios cuando ataca directamente a la población civil y fusila personas en estado de indefensión. Una estrategia que persiste en la actualidad, basada en la doctrina del enemigo interno.
Las ejecuciones sumarias, así como la desaparición forzada, son una realidad en Colombia. Sin que haya verdaderas sanciones por los crímenes cometidos en violación del derecho internacional. Pareciera que el Estado colombiano aplica el DIH solo para justificar algunas de sus operaciones de guerra, pero olvida que el verdadero carácter de esta normatividad es evitar sufrimientos.
Sin asumir la verdadera responsabilidad que tienen en la comisión de crímenes de guerra, simulando un supuesto apego a las normas internacionales, respeto por los Derechos Humanos y las normas colombianas. Para el Estado son enunciados imposibles de cumplir en el desarrollo de su estrategia de guerra total contra la gente, refinando sus estructuras criminales con el objetivo de enmascarar sus actuaciones y poderlas justificar en el marco de las leyes.
Estas normas y legislaciones no pueden ser letras que se estudian pero no se aplican en la realidad concreta, tampoco es posible continuar debatiendo sobre los mínimos de respeto por la vida en medio de la guerra, cuando los Estados perpetúan estrategias genocidas con tal de eliminar a los pueblos y sus resistencias.
La guerra no debe ser regulada sino terminada y eso nos obliga a dejar la lógica de vencedores y vendidos y volvernos una sociedad resiliente.