María Fernanda Camacho

Colombia como los países latinoamericanos está construida sobre patrones machistas y homofóbicos, que se resisten al cambio cultural de este siglo que difunde la diversidad de género, lo que ‘hace la vida a cuadritos’ a quienes nos asumimos como sexodiversos, en especial si eres adolescente.

La adolescencia es una de las etapas más duras de la vida, tienes que afrontar los cambios de tu cuerpo, encajar, evitar a toda costa que te vuelvas el ‘balón’ o el ‘muñeco bullying’, crear tu propio yo, responder por el cole, destacar en un deporte o en cualquier cosa, lidiar con papá y mamá, y si a eso le sumas que tus gustos sexuales sean diferentes, puedes perfectamente estar entrando al ‘infierno en la tierra’, aunque por todos los lados digan que Colombia es sexodiversa eso es solo propaganda, en la realidad somos una sociedad homofóbica que aún en muchos espacios considera que la homosexualidad es una enfermedad, que puede ser tratada y a veces creen que se trasmite como una gripe.

Cuando eres adolescente y además de lidiar con acostumbrarte a la ‘visita mensual’ y aguantarte el cortejo de los niños que en ocasiones raya con el acoso, le sumas que te empiece a gustar tu vecina o una amiguita del cole, la vida literalmente se te hace trizas, inmediatamente empiezan los tabús, los temores lógicos de afrontar que te gustan las personas del mismo sexo, más si en tu casa desde que tenías 3 años te compraban ollitas, muñecas y te iban lavando el cerebro para tener esposo e hijos, que lo quieran o no es la realidad de casi todas. Ese es otro frente de subyugación de la mujer y muestra el fracaso que somos como sociedad, desde niñas nos quieren obligar a un estereotipo, jamás nos inculcan ser nosotras mismas, y si eres pobre el yugo es mucho mayor, ¿dónde queda la supuesta libertad que pregonan en las clases de democracia y constitución?

La homofobia es una realidad y aunque está presente en todos los espacios y no discrimina ninguna etapa de la vida, es mucho más acentuada en la adolescencia donde no necesitas darle un beso a alguien de tu mismo sexo para sufrir de bullying, basta con que siendo niño seas sensible para que te tilden de “marica” o que siendo niña no te gusten las muñecas o vestirte de acuerdo al estereotipo de femineidad para que te digan “arepera”; todo esto te deja como opción ensimismarte y negarte tu propio yo o aceptar lo que eres y afrontar el matoneo, la exclusión y el señalamiento, que en muchas ocasiones no se queda en el cole o en la calle sino que te sigue a casa, vive contigo y te segrega a tal punto que te vuelves un antiser en blanco y negro.

La discriminación y la homofobia jamás se superarán o se eliminarán de la sociedad a punta de leyes o de meter besos y relaciones lésbicas en las novelas, con el cuentico que así se va haciendo conciencia y generando tolerancia, eso es mentira, con eso solo se cultiva el morbo de una sociedad machista que detesta el homosexualismo, pero gran parte de los hombres tienen como fetiche un trio MHM. Ese tipo de exposición mediática no educa, tan solo aumenta el rating de los programas y engrosa las billeteras de los dueños de Caracol, RCN, Netflix y los demás.

Acabar con el machismo y la homofobia arranca por eliminar los estereotipos que te inculcan desde la casa, eso implica un verdadero programa de salud pública y de educación sexual, que supere el modelo actual que es un fracaso y que solo se dedica a repartir condones y pastillas, darnos bebes de plástico para que entendamos lo duro que es la maternidad y decirnos que ahora es normal que los chicos anden con chicos o que las chicas anden con chicas; pero jamás nos inculcan que el amor es uno solo, que a quien primero debes amar es a ti misma, que no importa si amas a una amiga del cole, a un amigo o a un extraterrestre, que lo verdaderamente importante es que dejes aflorar tu verdadero ser, que sientas como te plazca sin temor al ‘que dirán’. Solo cuando estas cosas mínimas empiecen a ocurrir podremos hablar de verdadera transición una sociedad plural y sexodiversa, antes de eso solo es doble moral disfrazada de resiliencia.

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