9S: SIN IMPUNIDAD Y SIN OLVIDO
Damaris Izaguirre
El 9S de 2020 la crueldad policial asesinó a Javier Ordoñez, la indignación desbordó la gente a las calles; la respuesta del régimen fue la fuerza bruta -no es metáfora-, perpetrando la masacre de 13 personas que sigue en completa impunidad.
Entre la noche de 8 de septiembre y la madrugada del día siguiente, un grupo de policías en un claro abuso de autoridad y uso desmedido de la fuerza, golpearon brutalmente a Javier Ordoñez en plena calle, por haber violado la cuarentena y estar tomando en vía pública, no contentos con ello lo llevaron al CAI del barrio Villa Luz donde continuaron la golpiza hasta quitarle la vida.
La mañana del 9 septiembre los medios tradicionales hablaban de la muerte de Ordoñez y las redes sociales distribuyeron un vídeo donde mostraban la golpiza que le propinaron, Ordoñez en medio del dolor y los golpes decía, -“no más, por favor no más, por favor ya, en serio por favor ya no más”-; esto desató la indignación de la ciudadanía cansada del abuso policial y se lanzó a las calles a protestar, dirigieron su furia contra el CAI donde asesinaron a Ordoñez.
La policía que pregunta poco, dialoga cero y dispara mucho, entre el 9 y 10 de septiembre atacó con insania a los manifestantes dejando un saldo de 13 muertos; a los policías “se les olvido o nunca les enseñaron” que el uso de la fuerza es el último recurso, y en caso de ser utilizada debe emplearse en total proporcionalidad -una pedrada no se contesta con una bala de 9 mm-.
Tres años después los resultados son los de esperarse en un país donde la impunidad campea a sus anchas, y se perpetua con mayor fuerza cuando en los hechos hay responsabilidad del Estado, más cuando se trata de miembros de las Fuerzas Armadas (FFAA), que pareciera tuvieran licencia para matar en un país donde dicen que no existe pena de muerte. El problema fundamental, más allá de la impunidad reinante, es que todo obedece a la Doctrina de Seguridad, que califica al opositor y contradictor como “Enemigo Interno”, mientras esto no se modifique y las soluciones se limiten a paliativos como el cambio de uniforme y de nombre de la institución -caso del Esmad-, continuará el abuso de las FFAA y seguirán creyendo que una manifestación es un campo de tiro.
Todas las masacres son tristes y no deberían ocurrir, pero la de Bogotá es algo fuera de lo común, más que por el número, es porque descaradamente la policía la ejecuto a plena luz, con uniforme puesto y con las armas con las que nos deben defender.
Tres años del 9S y sigue y seguirá en la impunidad, como todos los crímenes donde participa el estado, para la muestra tienen el palacio de justicia y sus desaparecidos.
El problema de las masacres, de la colusión entre fuerza pública y paramilitares, el asesinato de líderes sociales, la persecución de líderes populares, es el mismo, una doctrina de seguridad que criminaliza pensar distinto y condena a pena de muerte a quien proteste.