LA GRAN PRENSA Y SU DESTRUCCIÓN MASIVA

LA GRAN PRENSA Y SU DESTRUCCIÓN MASIVA

Sergio Torres

Ante la posibilidad de reformas y ajustes que afectan sus intereses, el viejo régimen ha desatado sus medios de comunicación, para que ataquen furiosamente lo que no sea de sus afectos y huela a contenido social, atacan principalmente la posibilidad de acabar la desigualdad y construir un proceso paz con los excluidos.

Como nunca antes los grandes medios de comunicación hegemónica en Colombia han decidido pisotear la ética y obviar los parámetros básicos del periodismo y la información. Masacrar la verdad y desestimar la importancia de los contextos históricos, olvidándose de contar con fuentes reales, confiables y verificables. Han optado por la desinformación y la exacerbación de la mentira para crear narrativas caóticas y falaces de alto contenido violento y guerrerista.

La apuesta al estilo del Golpe Blando ha sido la desinformación total, creando noticias falsas a partir de interpretaciones absolutamente amañadas, suposiciones que se plantean como grandes investigaciones, tomando como parapeto el amparo de la protección de fuentes y la libertad de prensa; una libertad únicamente para sí mismos, pues la réplica masiva y la saturación desde sus grandes plataformas, somete a inmensas capas de la sociedad al yugo de la manipulación.

Sobre la capacidad tecnológica y presupuestal que les brinda el ser parte de los emporios económicos y financieros, actúan en manada defendiendo la hegemonía que sienten amenazada, aúllan creando discursos estigmatizadores de odio cavernario y deforman cualquier idea de rigurosidad y ética. Estos portavoces del viejo régimen han hecho de la llamada opinión pública un campo asqueante del que muchas personas prefieren huir, creando un efecto más negativo aún para cualquier sociedad, la negación o reticencia a informarse; si el intercambio y análisis de la información son el primer paso hacia una la construcción de una cultura política, su negación es el tránsito hacia la despolitización total de la sociedad.

Asesinos de la verdad

Las élites configuran otra cara de la guerra, que también cobra muchas víctimas, la primera de ellas es la verdad; aquí también se utilizan armas de destrucción masiva que violentan el derecho a informarse, bombardeando desinformación y sesgos de odio e interés particular. Convirtiendo a periodistas en mercenarios de la comunicación y fanáticos de la postverdad, que manipulan creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.

Así, sin armas de fuego pero con un arsenal de artillería discursiva estigmatizadora, propaganda ideológica directa y mentiras rampantes, polarizan en favor de atizar el conflicto social, político, económico y armado. Ya no solo abonan el camino de los golpes, hoy avanzan en generar conflictividades viscerales y crear imaginarios de guerra y posible devastación. 

Bajo el discurso del odio y el miedo se está configurando una dictadura mediática que se apropia del derecho a la información y comunicación, que suplanta las expresiones políticas pues niega el debate, la posibilidad de disentir y estigmatiza cualquier forma de organización social y política. El papel de las redes sociales va generando una aterradora situación en el común, ante la voracidad y la andanada de falsedades que circulan, debiera surgir una necesidad de distinguir una idea o información falsa, el problema grave radica en que ya no importa, da igual; ya no es importante el contenido, únicamente la sensación que genere.

Viejos juegos, nuevas armas. Combatir Zombies

En el caso colombiano está lógica de los poderosos está exacerbada. Entre las piezas claves para sostener su poder económico y mafioso, están los medios de comunicación. A partir de ahí todo es posible, no hay ética o consideración que impida que por ese gran parlante se emitan mensajes destinados únicamente a exacerbar el miedo y su consecuente e inconsciente reacción, generar supuestas indignaciones o penosas euforias y sus respectivas expresiones generalmente violentas.

Esa forma de programación mental en la que se pretende someter a gran parte de la población, es la explicación a exabruptos como rechazar la posibilidad de construir Paz en una sociedad que históricamente ha vivido en la violencia. Este proceso se debe atender y combatir con prioridad. Ya Colombia vivió un primer intento de mesianismo fanático, hoy fracasado y en declive; no se puede permitir una nueva versión tecnologizada, más violenta y retrograda. 

Ahora bien, un nuevo gobierno no puede pretender que solo su personalidad basta. A una jauría rabiosa como la prensa hegemónica no se la enfrenta con el trinar de pajaritos azules. En Colombia, urge un debate profundo sobre el papel de los medios de comunicación. Es necesaria la proyección del sistema de medios públicos. Fundamentalmente, se necesita darle voz a quienes siguen siendo acallados. Ceder los protagonismos personales a los verdaderos actores sociales y populares que son los que generan y propician escenarios reales de información y comunicación comunitaria, alternativa y popular.

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