CORRUPCIÓN: UN ENGRANAJE DE LA POLÍTICA

CORRUPCIÓN: UN ENGRANAJE DE LA POLÍTICA

Damaris Izaguirre

La corrupción en sus diversos niveles y modalidades lleva siglos enquistada en todas las esferas del poder, nadie la combate porque destruirla es derrocar el sistema político, que esta lubricado por la corrupción o como lo llamamos eufemísticamente –‘la mermelada’-.

La corrupción es un problema histórico que desde siempre ha afectado al mundo y desde luego nuestro país no es la excepción; por el contrario, tristemente es reconocido a nivel internacional por sus altos índices de corrupción. Según Transparencia Internacional en el Índice de Percepción de la Corrupción para 2022, Colombia obtuvo una calificación de 48 puntos sobre 100, que lo ubica en el puesto 87 en el ranking entre 180 países. A nivel interno, según la más reciente encuesta de Gallup, el 80 por ciento de los colombianos considera que la corrupción es el mayor problema del país.

El hastío generalizado en la población en agosto de 2018 dio origen a la Consulta popular Anticorrupción que obtuvo 11.670.183 votos a favor, sin alcanzar el umbral para ser vinculante fijado en 12.140.342 votos. En un acto demagógico la gran mayoría de políticos y candidatos a cargos de elección popular se comprometieron a sacar adelante iniciativas para combatir la corrupción, las cuales se disiparon como humo porque la corrupción es un engranaje del sistema político y electoral.    

Más allá del enquistamiento de la corrupción en el Estado y todas sus esferas, el verdadero problema que afronta el Gobierno de Petro, es que aunque se comprometió a ser un proyecto político distinto y se autodenominó como el Gobierno del cambio, no ha marcado distancia del viejo régimen y lo trajo a cogobernar desde el inicio, además de que varios funcionarios cercanos a la Presidencia han estado envueltos en escándalos de nepotismo y corrupción. 

Señor Petro, quienes votaron por usted esperan que asuma una posición firme y radical en contra de la corrupción, que no justifique el derroche y el despilfarro del presupuesto nacional. El cambio empieza por enseñar con el ejemplo y eso implica alejarse drásticamente de cualquier actitud o política contraria a sus promesas de campaña, que en últimas eran la conexión directa con el estallido social y sus justas exigencias, y ello fue lo que hoy le permite ser Presidente, pero está por verse en los hechos si sus promesas quedan convertidas en demagogia que se disipa en el aire.

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