¿DE DÓNDE VIENE EL «COSTAL»?
Antonio García, Primer Comandante del ELN
Sobre la «paz» se tienen lecturas, interpretaciones e intereses, dependiendo desde el ángulo que se mire o sea de quien habla por «su paz».
Siempre se ha dicho que la «paz» la imponen los vencedores, y para los vencidos el destino es acatar la voluntad del vencedor. En este extremo, que si bien es lapidario, entraña mayor sinceridad que otros discursos edulcorados
Para muchos analistas la paz significa ausencia de confrontación armada, que puede ser válido en los conflictos entre países o de carácter convencional. Pero también es válido y legítimo el uso de las armas para buscar trasformaciones en una sociedad en las que han sido negadas por el Estado, su régimen político y sus gobiernos. Ya hemos dicho que, desde 1948, el Derecho Internacional valida el Alzamiento armado cuando se impide por medio de la represión, la persecución y el asesinato a quienes buscan obtener objetivos políticos negados en la movilización y la protesta.
Esta es la realidad de Colombia, dirigentes sociales y políticos asesinados, las estadísticas no pueden ocultarse; los presos políticos por más que los gobiernos los niegan, así sea con el apoyo cómplice del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), ahí están como testimonio, el hecho de negarlos lo hace más grave, pues cuando se les niega su existencia, es igual que matarlos.
Es esta la realidad del Conflicto armado y su superación no podrá ser la ausencia de la confrontación armada, que se busca por medio de la desmovilización y el desarme para que todo siga igual, sino que la paz tiene que ser la superación de las causas que la originaron. Esta ha sido la diferencia, que por sus dimensiones es una contradicción de fondo que ha existido entre los gobiernos y el ELN. Los demás Ex-guerrilleros se plegaron a la institucionalidad, se sometieron o claudicaron, otros justifican sus flaquezas. Por más que haya desmovilizaciones y flaquezas, sino se tratan las causas no podrá hablarse de paz.
Ahora, podrá decirse que los tiempos han cambiado, pero no la realidad, el uso de la fuerza y de las armas por parte del Estado para tratar los conflictos sociales también siguen igual.
Lo curioso es que en el planteamiento de la Paz Total tiene una importante relación con la ONU, pues para ellos, sus funcionarios, es fundamental que los índices de violencia se reduzcan y de paso los «acuerdos con las Ex-Farc» puedan cumplirse. Estos dos objetivos de la Agenda entre ONU y el Gobierno colombiano, donde también gravita la dirigencia de los Comunes, que sea el corazón de la Paz Total, no la paz real y concreta de los colombianos. Son los índices de violencia y no la realidad, y unos acuerdos que no cambiaron la vida del país.
Por eso la Paz Total implicaba meter en un sólo «costal» a los grupos generadores de violencia, y adelantar una guerra mediática para crear la imagen en la opinión nacional e internacional que el ELN, una guerrilla rebelde, sea vista como igual a los paramilitares y bandas.
El Gobierno ha expresado de manera tímida que al ELN se le ha dado reconocimiento político, pero lo sigue considerando un Grupo Armado Organizado (GAO), y de manera perversa a los paramilitares y bandas, que son GAO, se les da un relativo perfil político.
Mientras no se aborde de manera clara un tratamiento político del alzamiento armado, donde la guerrilla del ELN sea considerada una organización rebelde con propósitos y motivaciones políticas, la paz seguirá siendo esquiva. Y por más guerra mediática que haya, al ELN seguirá con sus banderas y acompañando la lucha de la sociedad que aspira a cambios de fondo para Colombia.