PRESO ES QUIEN NO LUCHA
Violeta Arango
El reconocimiento de la categoría de Prisioneros y Prisioneras Políticas cautivas en cárceles estatales es muy limitado alrededor del mundo, en tanto que es reconocer que hay luchas políticas reprimidas y castigadas punitivamente.
Vivimos tiempos convulsos, en los que hay luchas y resistencias de los pueblos en búsqueda de un mundo diferente. Sin embargo, la receta neoliberal nos sigue encerrando en que ya no hay ideales de lucha y eso es del pasado, asegurando que llegamos al máximo desarrollo de la humanidad: el fin de la historia. En tal sentido, las personas que luchan en contra del sistema dominante no se les reconoce su resistencia sino que se les mira como delincuentes sin sentido.
En Colombia hay cientos de Prisioneros y Prisioneras Políticas, personas que están detenidas por razón de su oposición al Estado, por luchar en contra de la represión que persiste de forma sistemática en contra de las luchas por los Derechos Humanos, las luchas agrarias históricas, por la transformación del sistema político excluyente, entre otras; así mismo están las personas alzadas en armas en contra del Estado vigente, como quienes pertenecemos a la insurgencia del ELN.
Al ser desconocidas en nuestro carácter de rebeldes, por la idea neoliberal de que la lucha y resistencia revolucionaria no existen, una de las principales batallas es el reconocimiento de su rebeldía, configurando una resistencia cotidiana que demuestra que no somos delincuentes. En Colombia, las cárceles están consumidas por la drogadicción y la corrupción, la represión y opresión del régimen penitenciario es muy fuerte, por ello la resistencia de los Prisioneros y Prisioneras Políticas es mayor, por no dejarse absorber de dichas dinámicas.
El tratamiento jurídico de las personas detenidas define lo que el Estado considera sobre las luchas que dan estas personas, por lo que para una organización insurgente como el ELN y las organizaciones sociales, es fundamental que sus prisioneros y prisioneras sean reivindicadas desde la rebeldía o su objeción al Estado; la lucha cotidiana desde las cárceles alimenta esa rebeldía y demuestra que no ha llegado el fin de la historia como pregona el neoliberalismo.
Siendo así, la organización es fundamental, irradiándola a las personas que no están vinculadas a procesos de resistencia y lucha, esto con el fin de enfrentar las desigualdades y represión que se vive cotidianamente en el régimen penitenciario, ampliando los derechos de la población reclusa y ganando espacios políticos de disputa con el Estado.