UN GOBIERNO SIN ESTADO
Comando Central (COCE)
El Comandante Antonio García explicaba en una entrevista reciente, que en la Mesa de Diálogos no se negocia con un Gobierno sino con el régimen. La aclaración es pertinente porque algunas personas pueden caer en la tentación de confundir al Gobierno actual con el Estado y al Estado con el Régimen.
Cuando las derechas gobiernan todo tiende a confluir; el Gobierno (estructura política cambiante), el Estado-nación capitalista, centralista, patriarcal y racial (estructura política permanente instalada en la independencia como modelo de continuidad de la colonialidad del poder) y el régimen (estructura profunda de dominación político, económica y social), suelen coincidir en intereses y en estrategias.
Durante más de 200 años los poderes fácticos y reales de Colombia han construido un aparato estatal a su medida y han puesto presidentes funcionales que han movido las ruedas de la administración, para perpetuar un régimen de acumulación por desposesión, de totalitarismo ideológico y de exterminio de todo disenso; en todo caso, cualquier Gobierno con tentaciones ‘reformistas’ se chocaba contra la realidad de las otras ramas del Estado (Judicial y Legislativa con el respaldo coercitivo del poder militar y policial) y contra la ‘soberanía mediática’ y de las industrias culturales, controladas por unas pocas familias pertenecientes al corazón del régimen.
La llegada al poder Ejecutivo de un Presidente que se declara «progresista», así como la llegada de personas afines a él a altos cargos no logran torcer dicha realidad.
Hay un Gobierno con una narrativa diferente, pero eso no significa que la estructura excluyente y violenta del Estado haya cambiado. El Estado y el Régimen siguen en manos de los poderes reales del país y eso lo sabe Petro y esos poderes, que fingen el juego ‘democrático’ siempre que el ‘Estado profundo’ no sea modificado.
Esa es la frustración de Petro y lo expresó en una entrevista concedida al diario El País durante su mediática visita a España. Ese es el abismo que se abre entre las narrativas progresistas de Petro o de Francia Márquez y una realidad que sólo se deja alterar en capas superficiales.
Sería ingenuo pensar que iba a discurrir este gobierno de otra manera; la única posibilidad de transformación lenta, sólida y segura del régimen sería la de una gran alianza de sectores contrarios al enfoque hegemónico del sistema que, en un proceso amplio de participación y construcción colectiva, y no siempre desde el vientre del Estado, caminen en alianza con los sectores progresistas del Gobierno. Parece difícil mientras Petro y su gente se empeñe en controlar todos los procesos, en decir qué está bien y qué está mal, en movilizar las calles sólo para apoyar sus reformas. Las calles y las veredas deben estar movilizadas pero para recordar al Régimen y al Estado que hay una Colombia mayoritaria que ya ‘no les come cuento’ y que está dispuesta a mostrar la fuerza de su contrapoder.
Hace pocos días, el jesuíta Javier Giraldo advertía que a Petro lo tumbarán los medios de comunicación —aunque también habló de rumores de Golpe de Estado— y es posible que tenga razón. Cualquier camino de reformas no puede fundamentarse en personalismos, debería dársele paso a un sujeto político colectivo que sea de tal dimensión que el aparato estatal y el Régimen se lo piensen dos veces antes de pulsar el botón de “se acabó el juego”. Ese sujeto colectivo no solo se construye con narrativas, trinos o discursos encendidos desde tarimas y balcones. Ese sujeto colectivo ya existe pero necesita de espacios, de brechas por las que comenzar la construcción de algo que no nos atrevemos a imaginar.
Ya sabemos lo que son los Estados —en ese formato colonial impuesto en el siglo XIX— y hemos constatado cómo utilizan las violencias simbólicas y físicas para defenderse. Debemos ser capaces de imaginar otras muchas formas de organización y gestión de un verdadero poder popular que no puede ser fruto de la enunciación presidencial sino cosecha de la organización del pueblo en toda su diversidad.