LOS MICOS Y LOS LAGARTOS SIGUEN AHÍ
Damaris Izaguirre
Durante la pasada campaña presidencial este Gobierno decía que utilizaría una nueva forma de hacer política, muy distinta a la de los politiqueros tradicionales, sin embargo, los hechos indican que esta promesa de cambio solo fue una consigna de campaña.
El Gobierno la ha manoseado tanto la reforma a la salud para adaptarla a los intereses clientelistas de los partidos tradicionales, que ya parece un Frankenstein -un amasijo aforme donde cada Partido le quita un pedazo para poner el propio-. La reforma perdió su esencia transformadora y terminó por no agradar a los Partidos tradicionales como el Liberal, que se comportan más como agentes de los intereses de las EPS que como servidores públicos en defensa de los intereses de los colombianos.
Ni que decir de la bochornosa reforma política que estaba plagada de ‘micos’ –varios de sus artículos les traerían beneficios a los congresistas-, lo que causó el rechazo de muchos congresistas entre ellos varios del Partido de Gobierno. Cuando la reforma estaba a punto de ser echada abajo, el camaleónico Roy Barreras se inventó un truco para retirar ese adefesio antes de que fuera negada por mayoría.
La mayoría de reformas y propuestas legislativas del Gobierno ingresan como la última maravilla, pero salen convertidas en un Frankenstein que no se parece en nada a la versión original, y desde luego su articulado es modificado para favorecer las estructuras del régimen y las aspiraciones de políticos como Roy; lo peor es que en esta ocasión el clientelismo, los ‘micos’, los ‘lagartos’, el ‘elefante’ y el zoológico completo provienen de un Gobierno que se comprometió con el cambio, ¿de qué cambio hablamos señor Presidente?
El actor y reconocido activista ambiental Robinson Díaz recientemente dijo: “yo le apuesto al cambio, porque a mí me interesa que haya otra postura, que haya otra manera de gobernar, otra manera de realizar cambios. Yo voté por Petro, pero creo que se le enredó la película a Petro”.
Lo que dice Robinson es el sentir de muchos que creyeron y creen en que es necesario un cambio, pero que con cada puesta en escena del Gobierno ven como se diluye la esperanza de que este traiga las transformaciones prometidas; lo que nos deja como reflexión que los mesías no existen y que ‘solo el pueblo salva el pueblo’, así que las transformaciones sociales se logran en el calor de la lucha popular.
Tiene toda la razón al decir que el peor pecado de Petro es que trata de hacer el cambio pero con los ladrones de siempre, eso es como bañarse y no cambiarse de cucos. Me gustan su artículos dicen la verdad sin tapujos, a veces son mejores que muchas editoriales que parecen hechas por las bodeguitas de Petro.
cuando uno estrena una silla de montar equinos, se amolda a las nuevas contradicciones y nunca perder el objetivo estratégico