EL CAMBIO EMPIEZA POR CASA
Sergio Torres
Las promesas anticorrupción hechas por Gustavo Petro aún no se materializan. El legado de Gobiernos anteriores dejan contaminación en las instituciones estatales y prácticas corruptas en los círculos más altos del poder ejecutivo, que afloran en el nuevo Gobierno.
Durante su campaña el entonces candidato Gustavo Petro planteó enfrentar la lucha contra la corrupción en Colombia, como un eje fundamental de su gobierno, teniendo pleno conocimiento de los niveles de profundidad y enquistamiento de este mal dentro de la política y el Estado. Petro planteó la corrupción como el principal enemigo del desarrollo y el bienestar social, y sentenció que: “vamos a derrocar el régimen de la corrupción, esto no es de discursos”, dado que socavan la posibilidad de enfrentar fenómenos estructurales como la pobreza, ya que ambas se alimentan y perpetuán mutuamente.
La necesidad de apoyos para aprobación de reformas, la llamada gobernabilidad, ha puesto en una encrucijada al Gobierno: porque ir en contra de la politiquería corrupta, amenaza el camino de aprobaciones legislativas; la otra opción es chocar con el poder mafioso, pero los últimos escándalos no dejan bien parado al Presidente y su gobierno, es difícil conciliar la idea de honestidad en la política con prácticas corruptas al interior de la propia familia presidencial.
Son pésimos ejemplos que contradicen la idea de combatir la corrupción y ser transparentes en la contratación publica, casos como el de “Concha” Baracaldo en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Juan Manuel Corzo en la Embajada de Colombia en Paraguay, Luis Fernando Navarro en la Embajada en Líbano; o el de la exministra Maria Isabel Urrutia firmando contratos millonarios poco antes de abandonar su cargo; las denuncias contra Nicolás Petro es el peor de los escenarios, al momento de pensar en practicas diferentes en la forma de hacer política.
Si el Gobierno quiere iniciar una lucha contra el desangre de recursos y la impunidad, tendrá que quitarle las entidades a la mafia y no negociarlas con la clase política tradicional, tendrá que despojarse de la soberbia de creer que el pueblo que lo eligió se mantiene firme en su apoyo a pesar de estas prácticas. Sin cambios de fondo y sin estrategias para cambiar, el desgaste puede llegar. La puesta en marcha del Plan Nacional de Desarrollo, será otra medida de si el uso de recursos públicos tendrá un manejo diferente.
Si Petro realmente pretende cumplir con las promesas de campaña y los mandatos populares que lo eligieron Presidente, tendrá que empezar a deslindarse de la vieja política corrupta, aterrizar de la virtualidad a la acción y pasar de la retórica de balcón a la narrativa popular práctica con el pueblo que lo eligió.