VIOLENCIA SEXUAL Y RACISMO ESTRUCTURAL
Violeta Arango
Denuncias recientes de agresiones padecidas por niñas de las etnias Nukak Maku y Jiw en el Guaviare, evidenciaron graves casos de violación y violencia sexual a las que son sometidas y que vinculan directamente a las Fuerzas Armadas.
Anunciaron investigaciones judiciales, sin embargo las soluciones no han llegado porque el Estado colombiano no genera ningún tipo de protección a las comunidades indígenas, por el rezago de racismo estructural traducido en la carencia y poca construcción de herramientas políticas, basadas en el entendimiento cabal de las visiones y relaciones sociales de las etnias; por el contrario desde el Estado se ocasiona, profundiza, auspicia y vulnera toda la territorialidad indígena, incluyendo los propios cuerpos de sus mujeres.
A los Nukak, como con todas las etnias en Colombia, se les ha sacado de sus territorios e impedido el desarrollo de sus tradiciones ancestrales, confinando estos pueblos en entornos altamente conflictivos, desplazados, violentados y asesinados de manera sistemática y continua.
Para las comunidades indígenas la relación con el territorio es fundamental, la tierra es la vida y la fuente de toda su construcción cosmogónica. Este principio básico es totalmente desconocido y vulnerado por las lógicas de un modelo económico devastador, totalmente opuesto a estos pensamientos profundos y ancestrales. Es decir, el modelo se impone y avasalla, somete y segrega comunidades enteras, dinámica que se extiende por varios siglos.
Ese mismo modelo de despojo genera conflicto social, económico, ambiental, político y armado, del cual el Estado es responsable por su continuidad y las comunidades de los territorios las víctimas de todas las expresiones y formas en las que se traduce dicho conflicto. Esta violencia estructural en contra de los indígenas y la aquiescencia del establecimiento es la configuración de un etnocidio soterrado, que solo se visibiliza por momentos, generalmente cuando la violencia es la respuesta de los agredidos o cuando las agresiones llegan a altos niveles de barbarie.
Esta es una realidad que aún no cambia y que no avizora cambios posibles, por el contrario aumenta y se sigue fortaleciendo el racismo que niega a los pueblos indígenas, permitiendo que el despojo y la violencia los siga exterminando.