DESARROLLO Y CAMBIOS
Damaris Izaguirre
El Plan Nacional de Desarrollo es la hoja de ruta de cada Gobierno, es donde las promesas de campaña se transforman en acciones, sin embargo, está por verse si los beneficios llegan a las mayorías empobrecidas y excluidas, como se anuncia.
Días atrás el presidente Petro radicó el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2022-2026, bajo el nombre de ‘Potencia Mundial de la vida’, este Proyecto de Ley de 300 artículos contempla varias de las promesas de campaña, al igual que incorpora aspectos recogidos en los Diálogos Regionales Vinculantes (DRV).
El PND planteado por Petro además de ser ambicioso se podría decir que es utópico, ya que muchos de sus postulados son inaplicables o su ejecución denota más de un periodo presidencial, y la situación colombiana no hay garantía alguna de que el Gobierno siguiente ejecute los postulados de su antecesor.
Uno de los aspectos más polémicos que genera expectativas en la comunidad ambientalista es la transición energética, pues de acuerdo a lo estipulado en el PND ‘los hidrocarburos y minerales seguirán teniendo un lugar significativo’ y menciona que el sector minero–energético representa el 7 por ciento del PIB, por ende, su explotación proseguirá y su desmonte será mucho más paulatino y lento que lo anunciado en campaña, esto es ¿una racionalización de las proyecciones o una negociación con las petroleras?, no hay que olvidar que de la Reforma Tributaria de eliminaron artículos que le restaban beneficios a las petroleras.
Buscan reducir la pobreza de 39,3 al 35,5 por ciento y para ello plantea propuestas como la creación de una Renta Básica para los hogares de menores ingresos; iniciativas asistencialistas que deberían complementarse con planes que desarrollen la capacidad productiva del país, junto a propuestas de renegociación de los Tratados de Libre Comercio, responsables en gran medida de la dependencia del país de productos extranjeros y de la quiebra de los campesinos colombianos.
En resumen, el PND parece ser otra “raya para el tigre”, que desarrolla medidas populistas, sin formular cambios trascendentales que permitan mitigar el hambre y la desigualdad social, táctica que no incomoda los privilegios de la élite gobernante; en otras palabras ‘solo el pueblo salva al pueblo’ y solo en la lucha de calle lograremos las transformaciones negadas por diferentes Gobiernos.