CAMILO PERTENECE A LAS MAYORÍAS
Comandante Nicolás Rodríguez Bautista
Gabino (1950) conoció a Camilo (1929-1966) a mediados de 1965 y cuando este ingresó a la guerrilla rural del ELN, el uno le enseñó al otro lo que sabía, hoy el Comandante recuerda al gran líder que fue su maestro, en esa última etapa de su vida.
Comenzaba la década de los sesentas con un ambiente político caldeado fruto de las políticas represivas y violentas de los señores del poder, quienes descargaban en el pueblo colombiano el peso de sus afanes de lucro y por las exigencias de la potencia del norte, que miraba recelosa los procesos revolucionarios del mundo, en particular el reciente triunfo de la revolución cubana y su impacto político en el continente.
Del lado popular las juventudes revolucionarias en el continente buscaban desde la realidad propia y en dichas experiencias internacionales, aprender a abrir caminos de cambios o transformaciones, en Colombia esas banderas se agitaban airosas en las universidades, sindicatos y en el campo donde la lucha por la tierra generaba organización y movimiento.
Era el más importante reto romper con el lastre de la división bipartidista sectaria enquistada en el pueblo, que impusieron los dos partidos tradicionales quienes cosecharon diez años atrás, triunfos con la sangre de más de 300 mil muertos, cuando el líder popular Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado por las oligarquías.
Aire fresco en la casa colombiana
Los desarrollos por crear unas fuerzas revolucionarias, transformadoras, que organizaran al pueblo en la perspectiva de arrebatarle el poder a las oligarquías, fue el propósito de aquellos revolucionarios quijotescos.
Con los avances llegaron las desviaciones y una de las más sobresalientes consistió en revivir los sectarismos heredados del bipartidismo, pero ahora con la interpretación de cómo asimilar las enseñanzas de los triunfantes procesos revolucionarios de Cuba, China y la Unión Soviética. Otro asunto agudizó las diferencias desarrolladas con sectarismos, si era o no el momento de iniciar la lucha armada revolucionaria.
Las fuerzas revolucionarias agitaban a las masas con sus políticas radicales y tintes sectarios, lo que fue aprovechado por sus enemigo quienes estigmatizaron las diferentes organizaciones nacientes, de ser agentes de los soviéticos, los chinos o los cubanos y con ello las medidas para contrarrestar su influencia eran las líneas desarrolladas de la llamada Guerra Fría (1946-1991), impulsadas por los Gobiernos imperialistas como el de EEUU, que fueron asumidas de manera anti soberana por los Gobiernos del continente.
El meteórico ascenso de Camilo
En este particular contexto revolucionario y de alta agitación popular, irrumpe en la política el sacerdote y sociólogo Camilo Torres Restrepo, su pensamiento se diferenciaba de las posturas más ortodoxas y sectarias, su cristianismo se diferenciaba del que practicaban y desarrollaban las jerarquías eclesiásticas de Colombia y el continente.
Su liderazgo, primero entre los estudiantes del país y luego en los demás sectores populares se hizo nacional y esto se acentuó cuando encabezó la creación del Frente Unido en 1965. Su constante llamado a la unidad de la Clase Popular y en quienes se consideraban revolucionarios, fue claro y contundente, dentro de ese llamado reiteró su pensamiento de que ‘entre cristianismo y revolución no hay contradicción’, para decirle a los comunistas y marxistas que era indispensable la unidad. Camilo planteó que ‘la unidad es por la base’, para precisar que no era unidad entre los dirigentes sino en las organizaciones populares.
El Frente Unido agrupó a los camilistas y a otros revolucionarios convirtiéndose en una poderosa organización popular, gestada al calor de las luchas del pueblo y con una clara concepción unitaria. Camilo se hizo líder popular, por su pensamiento hecho acción revolucionaria y su caída en combate en 1966 fue el culmen de su compromiso con los empobrecidos y excluidos, simbolizando el Amor Eficaz del que estaba profundamente convencido, por su esencia rebelde ante una oligarquía violenta, reaccionaria y antidemocrática.
Cuando hablamos de unidad popular, Camilo está presente, cuando se ve la urgencia de la unidad de los revolucionarios, el espíritu camilista es fuerza dinámica; cuando los cristianos se comprometen en la causa revolucionaria, van con Camilo como esencia del compromiso con los desposeídos; cundo dedicamos grandes esfuerzos por aportar en la organización del movimiento popular, la presencia viva de Camilo nos estimula.
Cuando reiteramos el derecho a la rebeldía y al alzamiento en armas, nos inspiramos en ese gigante de nuestra historia que es el sacerdote, el dirigente popular y el Comandante Guerrillero Camilo Torres Restrepo; cuando decimos que la paz verdadera es justicia y equidad social, nuestra inspiración es camilista.
Como Camilo le pertenece a las inmensas mayorías de Colombia, es imperativo moral, político y humanista que el actual Gobierno se comprometa y entregue sus despojos mortales, para que su familia y el pueblo, le den cristiana sepultura después de 57 años de haber sido desaparecido por la oligarquía colombiana y el Ejército Nacional.