CADA VEZ MÁS RÁPIDO
Jairo Fuentes, Preso Político del ELN
Los revolucionarios de la Comuna de París en 1871 destruyeron estatuas y relojes públicos por ser los símbolos del viejo régimen, hoy en este capitalismo globalizado persiste la dictadura de ‘el tiempo es oro’, que obliga a todos a vivir de afán.
No sabíamos hacia dónde íbamos, hasta que el objetivo se nos estrelló en las narices.
Comenzamos caminando; de vez en cuando corríamos detrás de una presa de caza. A veces nadábamos en busca de un pez. Luego caminamos para cambiar de lugar en pro de mejores climas o de alimentos. Nos aventuramos en los mares y los caudalosos ríos, siempre en busca de comida y abrigo. Domesticamos plantas y animales y el caballo nos permitió ir más rápido en tierra, lo mismo que las canoas lo hicieron en el agua. El aire durante mucho tiempo nos fue inalcanzable.
Nos ingeniamos la rueda y el caballo la hizo más veloz; pero en los mares, el aire nos empujó cada vez con mayor velocidad, hasta que el vapor impulsó las locomotoras y los grandes barcos, que a su vez fueron cediendo el paso o alternándose con los automóviles y los grandes cargueros y cruceros.
Por fin, los pájaros no fueron los únicos que surcaban el aire, sino que grandes máquinas rompieron la gravedad para ir de manera ágil de un lado a otro del planeta e incluso fuera de él. Todo es cada vez más rápido; hasta la comida, el sueño y el amor. Vivimos afanados. Ya no tenemos tiempo sino cronómetros para medir distancias y romper records. Vivimos de prisa y morimos jóvenes. Buscamos no perder el tiempo y perdemos la vida de manera apresurada.
No sabíamos hacia dónde íbamos, hasta que el objetivo -que no nos habíamos propuesto- se nos estrelló en las narices. Ya estamos llegando; lo logramos: estamos a punto de extinguirnos.