DESIGUALDAD: ‘UN ASESINO LETAL’
Damaris Izaguirre
Si la ‘pereza es la madre de todos los vicios’, entonces la desigualdad tiene la paternidad de la pobreza, el hambre y la miseria, y esta triada malévola son el resultado de un sistema donde millones viven en la miseria para sostener los privilegios de unos pocos.
La desigualdad y la pobreza son problemas estructurales que durante décadas han sumido a millones en la miseria sin que ninguno de los Gobiernos de turno haga algo para mitigarlas; según el Banco Mundial, Colombia es el segundo país más desigual de América Latina, el Gobierno saliente recibió el país con un Índice de Pobreza de 26,9 por ciento y lo entrega en 36,9 por ciento, alrededor de 19,6 millones de colombianos viven con un ingreso mensual de 350.000 Pesos, 7,4 millones en pobreza extrema viven con 161.000 Pesos al mes, situación que se agrava con la creciente inflación y la devaluación del Peso colombiano.
La pobreza que golpea a más de un tercio de la población y que tiene mayor acentuación en regiones ricas en recursos naturales como La Guajira y Chocó, han convertido a la desnutrición en una de las principales causas de mortalidad infantil y de deserción escolar; las cifras de desnutrición en menores de edad es alarmante, según un Informe de la Defensoría del Pueblo durante este año han muerto por desnutrición 137 niños menores de 5 años, y las regiones con mayor tasa de desnutrición y de muertes son: Vichada (75), Guaviare (60), La Guajira (58), Guainía (53) y Bogotá (41), donde por cada 10.000 menores de 5 años notifican más de 40 casos.
La desnutrición tiene efectos más trascendentales y con impacto a largo plazo que el simple hecho de tener hambre y morir de inanición, la desnutrición en los primeros años de vida lleva al déficit permanente en el crecimiento, el desarrollo psicomotor y la capacidad de aprendizaje, incluso este déficit puede ser trasmitido a la siguiente descendencia.
Los cambios planteados por el nuevo Gobierno en materia de educación no se pueden quedar simplemente en ampliar la cobertura y el acceso a la educación básica, técnica y universitaria, debe contemplar mecanismos que mitiguen el hambre y brinden una nutrición adecuada a la población, en especial la población infantil, ‘nadie estudia o rinde con hambre’; así que si realmente queremos lograr cambios estructurales, estamos obligados a erradicar totalmente la desnutrición infantil, solo de esta manera podemos trascender como sociedad.