UNA CATÁSTROFE QUE NUNCA DEBIÓ OCURRIR

UNA CATÁSTROFE QUE NUNCA DEBIÓ OCURRIR

Damaris Izaguirre

El 26 de junio el desplome de varios palcos de la improvisada plaza de toros del Espinal, Tolima, eclipsaron la celebración de las festividades de San Pedro y trajeron de nuevo el debate sobre la realización de eventos taurinos.

Lo ocurrido en El Espinal, durante el desarrollo de una Corraleja que dejó 4 muertos y más de 300 heridos son hechos trágicos que merecen toda la solidaridad; sin embargo, el dolor humano no puede opacar hechos de fondo que son trascendentales y que de haberse resuelto con antelación a la tragedia que hoy nos enluta, jamás hubieran ocurrido.

La forma irresponsable en la que le entregan licencias a empresarios para que realicen eventos que no cuentan el mínimo estándar de seguridad, es algo que no debería ocurrir y es la principal causa de tragedias como la de El Espinal, donde según los entes de control la graderías colapsaron por la frágil calidad de los materiales -guaduas unidas con sogas comunes- y por el sobre cupo de espectadores, era obvio que la estructura iba a colapsar y que si entregaron los permisos de funcionamiento, fue porque ningún ente de control hizo una revisión exhaustiva antes de otorgar la licencia.

La Corraleja es un evento taurino realizado en coliseos improvisados donde se lidian varios toros pero no hay toreros, cualquier persona puede ingresar a la arena y aventurarse a enfrentar al animal, muchos de ellos lo hacen bajo el efecto del alcohol; desde luego este tipo de eventos someten a los animales a situaciones asimilables a una tortura.

En el 2017 la Corte Constitucional sentó jurisprudencia respecto a los derechos de los animales y afirmó que, “los animales son concebidos como seres sintientes y como tales tienen garantías y beneficios, que limitan la actuación del ser humano y le imponen deberes de protección y bajo ninguna razón deben ser sometidos a tratos crueles”

La tauromaquia debe ser reevaluada como acto cultural ya que su espectáculo lo centra en el culto a la tortura y muerte cruel a la que es sometido un animal indefenso, con el único fin de “divertir” a los asistentes, hecho que en sí mismo es antisocial y nos debe llevar a reflexionar, ya que pasar la página de la Guerra implica cesar cualquier acto que ejerza crueldad sobre los seres sintientes y sentipensantes.

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