Rubén Vásquez

Los migrantes haitianos deambulan por América, se quedaron sin patria por el saqueo colonialista e imperialista, a donde llegan los rechazan porque el odio racista induce la xenofobia, y en su destino final los Estados Unidos (EEUU) los deportan de nuevo a su país, en un peregrinaje sin fin.

Exprimidos por el colonialismo francés y luego avasallados por el imperialismo norteamericano, el pueblo de Haití sobrevive en la penuria, agravada por desastres naturales y epidemias, que los obliga a huir de su patria para radicarse 200.000 en Brasil, 80.000 en Chile y 21.000 esperan en Necoclí, Antioquia, para cruzar la selva del Darién en su ruta hacia EEUU.

El drama del pueblo haitiano es cada día mayor, sumido en el atraso, la violencia y la miseria, a causa de la voracidad y corrupción de su clase dominante; la crisis civilizatoria, el embate de la pandemia y el agotamiento del modelo neoliberal agreden al pueblo haitiano que lucha entre las ruinas de terremotos, la inestabilidad política y la crisis migratoria.

Luego del asesinato de Presidente Juvenel Moise en julio por la creciente industria de mercenarios colombianos agenciada desde EEUU y el devastador terremoto de agosto, la crisis migratoria de haitianos se dispara por las fronteras del continente en búsqueda por alcanzar el “sueño americano”.

Los haitianos son recibidos con látigos y grilletes por la patrulla fronteriza en el sur de EEUU, como en la época de la esclavitud, en la que cómo aparecen de nuevo vaqueros azotando a personas negras haitianas empujándolas hacia el río y la frontera mexicana; así como en las épocas coloniales la clase dominante se enriquecía con la explotación del trabajo esclavo, hoy la política migratoria de Biden representa una continuidad, sobre todo si es contra los negros.

La historia de la dominación aún no tiene fin, como la persistencia de los pueblos por su liberación, y como Pétion hoy su pueblo reclama justicia y libertad, y el concierto latinoamericano reclama la alternativa para construir otro mundo posible, justo y libre de toda esclavitud y mordaza.

La historiografía tradicional ha ocultado el gesto fraternal y noble de Alexandre Pétion, adhiriéndose a la causa de Bolívar e infundiéndole una nueva energía y la persistencia en su sublime ideal, constituye por la grandeza de sus resultados un acontecimiento para la historia de la humanidad, del que hoy seguimos en deuda; ningún ciudadano del mundo es ilegal, Haití es nuestro y duele…

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