SIN ESTADO QUE PERMITA LA PAZ
Sergio Torres
Esta coyuntura visibiliza las causas estructurales, que impiden la posibilidad de construir la paz con vida digna y bienestar. La corrupción, que es la primera economía ilícita, permanece y se fortalece, soportando las mafias y el narcotráfico, auspiciado todo ello por los Estados Unidos.
Es una revelación histórica, pues nunca antes en Colombia había gobernado un sector distinto a la derecha, con arraigo popular e incluso de izquierda, que por ello se llegó a pensar en un posible cambio. La realidad hoy da cuenta de que el poder corrupto se impuso ante los anhelos y logró infectar al gobierno y sus sectores políticos, que terminaron reproduciendo las lógicas de sus antecesores.
El sistema político colombiano, en su totalidad, está atestado de prácticas corruptas, protegido por una descomunal impunidad en todas las ramas del Estado. Razón por la cual se incrementa la desigualdad social, que a su vez es fuente de los profundos y graves problemas que enfrentan las mayorías del país; lo que en la práctica hace imposible avanzar hacia una sociedad en paz y bienestar.
Control y presión social
Mientras se mantengan las estructuras del entramado corrupto que controla el Estado colombiano, no habrá gobierno, ni sector político que pueda eliminar este mal; esta debe ser entonces una tarea del pueblo organizado, movilizado y protagonista.
Desarticular las mafias corruptas pasa por movilizarse de todas las formas posibles en contra de ellas, exigir la discusión del modelo político y económico. No con reformas cosméticas y mucho menos tramitadas en el Congreso, institución dedicada exclusivamente a legislar para las mafias dominantes y en función de intereses extranjeros.
Las mayorías excluidas, la clase popular, deben empezar por no normalizar las prácticas de corrupción y, por el contrario, combatirlas con todos los recursos y medios posibles. En tiempos de redes virtuales y desarrollos tecnológicos en comunicación, esta debe ser utilizada para el combate contra la corrupción y sus mafias, insistir en que desde el mismo Estado no se van a dar las transformaciones. Liberarse del viejo régimen es una tarea del pueblo organizado.
No les da ni pena
Lo acontecido esta semana con Uribe Vélez y con los congresistas Iván Name y Andrés Calle, son dos ejemplos del increíble nivel de corrupción existente. Por un lado, un tribunal que niega una condena, que en sí misma es una burla para las víctimas, pues todo el mundo sabe que Uribe es el principal responsable de las masacres y ejecuciones hechas por militares y paramilitares durante su presidencia.
Del otro lado, como muestra del poder mafioso corruptor, el caso de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), no deja de demostrar las realidades de lo que sucede en el poder legislativo, los dos expresidentes de la Cámara de Representantes y del Senado fueron llamados a juicio por la Corte Suprema de Justicia, bajo los cargos de cohecho impropio y peculado por apropiación a favor de terceros, esto es, aceptar sobornos, desviar y robarse los dineros públicos.
De uno y otro lado, en aparentes sectores políticos opuestos, esas prácticas y lógicas de corrupción, terminan generando un sometimiento de las mayorías poblacionales, del cual se benefician las élites oligarcas y narcotraficantes, y en ese sentido los designios y órdenes de los EEUU.
Un verdadero cambio profundo requiere de transformaciones estructurales, que solo pueden venir del propio pueblo. Convirtiéndose en agenciador y asumiendo el rol de control político. Al poder corrupto contraponer el Poder Popular.