LA DEUDA EXTERNA POR LAS NUBES
Claudia Julieta Parra
El declive de nuestro producto interno aunado a un gran déficit de Gasto Social, nos ha conminado a depender de los empréstitos extranjeros; paliativo venenoso que permite solventar pasivos -algunos innecesarios-, pero a largo plazo nos desangra y nos hunde en la insolvencia.
La crisis económica global ha decrecido considerablemente el Producto Interno Bruto (PIB) de una gran mayoría de países, en especial lo que son dependientes del capital extranjero; lo que ha incrementado ostensiblemente el déficit de Cuenta Corriente –Deuda Externa (DE)– de las economías en vía de desarrollo.
El pésimo manejo de la política económica y financiera durante las últimas décadas, se ha basado en el incremento desenfrenado del Gasto Corriente (burocracia, guerra, pago de intereses de DE), junto a una política de gasto regresiva, donde los egresos superan los ingresos, resultando en un desangre el erario, agravado por el actual periodo de desaceleración económica; por esto, los últimos años la Cuenta Corriente nacional vive sobregirada; según el Banco de la República en el 2024, la DE cerró en 197.628 millones de dólares, lo que equivale a un incremento de 6,8 por ciento respecto al 2023.
Erróneamente nuestra política económica sigue priorizando el pago de los intereses de la DE, por ello en 2025 destinó 112,6 billones de pesos para el pago de estos intereses, que equivalen al 21,53 por ciento del Presupuesto General de la Nación, que es un incremento de 19,15 por ciento respecto al 2024. Desde el punto de vista fiscal y financiero no es viable incrementar el monto destinado al pago de intereses de la DE, porque esta medida no disminuye el monto de este pasivo y resulta deficitaria, ya que compromete gran parte del erario y el PIB, en un gasto que no es redituable.
Dar solución a la crisis económica del país implica congelar los montos destinados a la DE y en el mediano plazo renegociar este pasivo; cualquier política económica es inocua sino se rompe la lógica antifinanciera de incrementar al Gasto Corriente, junto a implementar una política de austeridad, que traiga transformaciones estructurales en los patrones de consumo y gasto; además, la reactivación y la solidez económica solo es posible incrementando el flujo de capital líquido y mejorando el poder adquisitivo per cápita, lo que tiene implícito dar solución al desempleo, a la vez que se desarrolla un plan de formalización del empleo.