LOS QUE GANAN CON EL INCREMENTO DEL VALOR DE LOS PEAJES
Claudia Julieta Parra
En nuestro país más de dos terceras partes de las mercancías y los alimentos se transportan por vía terrestre, por esto el valor de los peajes impacta los costos de producción y afecta el costo de vida y la economía familiar.
La cadena de distribución juega un papel trascendental en costo final de un producto, en especial de los alimenticios de carácter perecedero, que a su vez este está determinado por el costo de los combustibles y de los peajes, pues la mayor parte del transporte de carga y mercancía se hace por vía terrestre, por lo que el incremento de los peajes aumenta el valor final del producto y este sobrecosto es transferido al usuario final.
Recientemente la Ministra de Transporte anunció que para aliviar el Hueco Fiscal el costo de los peajes sufriría dos aumentos, en diciembre un aumento de 4,64 por ciento y de 5,4 por ciento el primero de enero de 2025; este aumento del 10 por ciento desde luego incrementara el precio de los productos, más allá de los incrementos propios de estos periodos del año.
En Colombia el 87,3 por ciento de las vías están concesionadas a empresas de carácter privado, pero el mantenimiento de la malla vial nacional es responsabilidad estatal; por lo tanto, los incrementos en el monto de los peajes crecen las utilidades de los mega empresarios, al ser muy bajos los ingresos estatales recaudados por este concepto, por lo tanto, es una falacia plantear que este aumento saneará el déficit fiscal y mucho menos mejorará el deplorable estado de gran parte de las carreteras del país.
Mitigar el déficit fiscal no se logra incrementando rubros que solo benefician al sector privado y que además incrementan el déficit de costo de vida; sanear el déficit y salir de la crisis económica tiene implícito disminuir el gasto corriente (burocracia, guerra, pago de intereses de la Deuda Externa). Además, alcanzar el desarrollo productivo y económico del país tiene implícito una reinversión en construcción vial (primero, segundo y tercer orden), lo que a su vez requiere cambios estructurales en los paradigmas económicos