CORRUPCIÓN EN CARRERA
Sergio Torres
Todavía falta prácticamente un año para las elecciones presidenciales de 2026 en Colombia, pero ya la puja al interior de las mafias electorales, y entre ellas, está caldeada y candente. Los representantes del viejo régimen se enfrentan a una situación en la que nunca antes habían estado.
La elección de Gustavo Petro significó la histórica llegada a la presidencia de un candidato no procedente de la oligarquía. Por primera vez logró el triunfo electoral una coalición de sectores de centro e izquierda, impulsada fundamentalmente por sectores populares movilizados, que se canalizaron en hacer posible un gobierno distinto, con la idea de forjar cambios de fondo en el país.
Los cambios de fondo no han llegado, ni siquiera las tímidas reformas han sido posibles; el establecimiento cerró filas frente al mandato popular por los cambios y el gobierno, en lugar de enfrentar y defender, terminó buscando alianzas para una “gobernabilidad” que no hubo. Con el agravante que aún sigue insistiendo en pactos de élites y asintiendo directrices enviadas desde Washington. A pesar de ello, un peor escenario sería que la oligarquía retornara a la presidencia. El pueblo colombiano no lo puede permitir.
Corrupción liberal en su interior
Una muestra de lo que están hechas estas empresas electorales fue lo que ha acontecido en la Convención del Partido Liberal de la semana pasada, en la que fue reelegido Cesar Gaviria para ser el director por vigésimo año consecutivo, a pesar de las denuncias de fraude hechas por los propios participantes del este evento. De fondo, la pugna al interior de esta empresa electoral, está dada por la división de posibles intereses. El sostenimiento de la corrupción con el progresismo o con las mafias de Vargas Lleras.
Lo acontecido con los liberales es una muestra de la política electoral del país. Un escenario absolutamente atiborrado de corrupción, sin ninguna propuesta de país, con muchas facciones mafiosas en su interior. También significa una señal de cómo se irá configurando la polarización electoral de cara al 2026, pues la reelección de Gaviria es la elección de la línea más perversa de corrupción y continuismo históricos.
Es de esperar que, así como desde el gobierno se está planteando un Acuerdo Nacional de élites, desde los sectores de extrema derecha se empiece a configurar también una idea de unidad antipopular, guerrerista y contra los cambios. Muy seguramente los tradicionales conservadores y liberales, junto con los de Uribe y Cambio Radical, configuren un bloque para tratar de recuperar la presidencia.
También podrá ser la oportunidad popular para cimentar la propuesta transformadora popular, que se configure en verdaderas apuestas para ratificar el desprecio por el viejo régimen y sus mafias. Lograr una nueva derrota a la oligarquía en el campo electoral puede ser el entierro de varios enclenques. Y la posibilidad de lograr los cambios que el país requiere. Ya se sabe, por experiencia, que esto se logra con movilización y luchas en la calle.